DATOS BIOGRÁFICOS DE LINO MORALES GÓMEZ

Lino Morales Gómez nació en Fuente el Fresno, provincia de Ciudad Real, el 23 de Setiembre de 1919 y está afincado en Barcelona desde 1964. Pensador nato, ha dedicado toda su vida a un trabajo intelectual de lectura y raciocinio constantes. Fruto de ello son estas reflexiones y otras muchas que encierran toda una filosofía de vida que quiere compartir con los lectores. Sus fuentes han sido los libros que ha leído de múltiples autores con ideologías diversas, así como las conclusiones que ha sacado él, particularmente, de su experiencia de vida.

domingo, 4 de septiembre de 2022

INICIO DE LAS FACULTADES RACIONALES Y MORALES DEL HOMBRE

 Autor: Lino Morales Gómez

El comportamiento del hombre en su primitivo “estado de naturaleza” era instintivo, no reflexivo, irracional. Su primitivo intelecto no entendía de legalidades ni moralidades. Un buen día, bien por azar, bien por evolución, en alguna rama de los primates, se produjo una alteración en su comportamiento que hace pensar en un atisbo de racionalidad, de conciencia ética, de unos valores en ciernes. El primate quedó hecho hombre racional.

Estos individuos empezaron a ver que algunas de sus conductas molestaban a sus congéneres y otras agradaban. Tomaron conciencia del bien y del mal y, como la tendencia de la conducta humana es tender a no aceptar los derechos de los demás, se vieron obligados a establecer ciertos deberes, consolidándose y socializándose sus maneras de actuar.

Los autores de la Biblia señalan este momento cuando Adán y Eva comieron del árbol prohibido, árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo. Quisieron conocer para dominar, pero, con ello, murió su irracionalidad y quedaron supeditados a la lucha entre el bien y el mal. La “serpiente bíblica” se encargó de dar muerte a su inocencia, les inoculó el veneno del ansia de poder para dominar y les despertó su egotismo. No olvidemos que los relatos bíblicos son metafóricos. Entonces, se abrió la “Caja de Pandora de la cual salieron todos los males”, otra metáfora de la mitología griega. Ésta es la parte negra de la adquisición de conocimientos, que se pueden emplear también para hacer mal.

Por regla general, el hombre ha sido dominado por los vestigios de su innata irracionalidad. Creo que ya es hora de que intentemos regenerarnos, de que hagamos buen uso de nuestras facultades racionales y éticas.


jueves, 14 de enero de 2021

ES FUNDAMENTAL CREAR UN NUEVO ORDEN SOCIAL UNIVERSAL (Re-lectura)


Autor: Lino Morales Gómez

Lo que realmente nos hace falta de manera urgente y radical no es un simple lavado de manos. Tampoco una pequeña reforma de los diferentes órdenes sociales y económicos que han regido y que están rigiendo en nuestras sociedades actuales. Lo que realmente necesitamos es un cambio de raíz en nuestras relaciones sociales y económicas, empezando por las mentalidades, pues hasta ahora casi todas las economías políticas han resultado corruptoras.

La malicia, lo injusto, lo inmoral y la falsedad que impera en la mayoría de los niveles económicos y sociales han venido incubándose desde el momento en que se permitió la apropiación privada de los elementos naturales, desde que se permitió vender y comprar los elementos que conforman y forman a nuestra madre naturaleza, desde que se la descuartizó y se la hizo jirones apropiándoselos y especulando con ellos individuos o entidades de manera impune. Con esto, quedaron anulados todos los derechos humanos naturales de igualdad, de libertad y de dignidad personal, así como los de una justicia natural en el uso de los elementos naturales que ha afectado y afecta a todos y a cada uno de los seres humanos. Ya estamos hartos de aguantar todas estas vejaciones y discriminaciones por causa de haber creado diferentes castas y clases sociales. Ya es hora de que se lleven a la práctica las tan pregonadas igualdades en los derechos humanos. Todos nacemos libres e iguales. Todos somos iguales en dignidad y derechos. Todos somos iguales ante los derechos humanos. Todos tenemos derecho al derecho.

Creo que no es suficiente, ni basta con modificar ésta o aquella faceta de estos corruptos y corruptores sistemas sociales que actualmente tenemos en práctica. Considero que es preciso construir y llevar a la práctica un ordenamiento social totalmente natural. Que sea justo desde sus cimientos, particularmente en lo económico, en lo político y en lo social. Un orden social donde sea posible practicar una sana justicia, la sinceridad, la verdadera moralidad y honradez, sin merma de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, tanto en derechos como en deberes.

 Debemos, pues, promocionar y llevar a la práctica un orden social político y económico que no esté imbuido ni coartado por tabúes de ninguna clase, por malas costumbres o antinaturales tradiciones, pues siempre ha habido influencias de maléficos poderes fácticos. Necesitamos un orden social que sólo tenga como guía las leyes y los derechos naturales, donde impere una justicia que también llegue a todos por igual y que sea la misma para todos, así como un sistema productivo individualizado donde cada cual sea dueño de todo el valor de su personal trabajo.

Es bueno tener iniciativas privadas e individuales, pero habiendo una acción reguladora en la aplicación social de todas esas iniciativas personales. Es preciso y bueno que haya progreso, pero siempre se debe evitar la anarquía descontrolada. Las cualidades dinámicas deben ser alentadas por las iniciativas, bien individuales o bien de grupos.

Hay que profundizar más en estos contenidos. Las estructuras sociales y económicas que tenemos en la actualidad son, como hemos dicho, no válidas para dar garantías a todas las personas en lo que nos corresponde por naturaleza, a todos y a cada uno de nosotros. Estas estructuras sociales que ahora tenemos no tienen previsto, ni a corto ni a largo plazo, medir a todos con la misma vara.

Las medidas actuales están tan torcidas que es imposible enderezarlas y es preferible arrojarlas al fuego para fundirlas y construir de nuevo otras que nos igualen a todos en derechos. O sea, debemos construir una nueva manera de medir, construir un nuevo ordenamiento que sea más justo, más igualitario, más natural y más respetuoso con todas las individualidades personales.

Comparto esto de universalizar los derechos y las maneras de igualarnos en dignidades, en donde quiera que nos encontremos, pero eso no es suficiente. Además de eso, debemos borrar todas las fronteras, las castas y las clases sociales, así como los derechos diferentes. También se deberá prohibir la propiedad privada de toda clase de elementos naturales.

Antes del criterio generalizado que se tiene sobre todo esto, comprendemos que el querer implantar de golpe este radical cambio es realmente utópico. Por eso, lo primero que es imprescindible hacer es instruir las mentalidades para hacer comprender los equivocados criterios mentales de muchas personas que están interesadas en mantener estos corruptos y especulativos sistemas. Creo que si realmente queremos estar dentro de una verdadera justicia social y de una auténtica ética natural, hay que infundir claridad en los entendimientos y en las mentalidades de los seres humanos.

Hoy, gracias a la ciencia y a la técnica, el hombre puede disponer para su servicio de ciertas fuerzas naturales. Ahora bien, no olvidemos que tenemos el ineludible deber de no alterar este maravilloso orden natural establecido por nuestra madre naturaleza, pues un mal uso de algunas fuerzas naturales puede traernos fatales consecuencias.

viernes, 4 de diciembre de 2020

LIBERTAD PARA PROPONER NUEVOS SISTEMAS SOCIALES Y ECONÓMICOS

 Autor: Lino Morales Gómez

Por naturaleza, todos tenemos ideas, opiniones, criterios, en fin, pensamientos. Por lo tanto, también es natural que todos tengamos derecho a tener libertad para poder manifestar nuestras ideas. Es instructivo poder hacer llegar a los demás nuestros pensamientos, a opinar sobre todo, a hacernos oír, a poder hacer públicas nuestras opiniones. Aún a riesgo de equivocarnos en nuestras apreciaciones, es instructivo tener ideas propias y manifestarlas con entera libertad, aunque no por eso, nadie debe tener derecho a imponer sus ideas o criterios a los demás, por la fuerza.

Adela Cortina también argumenta:

“De la autonomía procede la dignidad humana, todos los hombres son igualmente dignos, tienen igual derecho a decidir y discutir las leyes por las que han de regirse”.

Precisamente apoyándome en ese derecho a la libre expresión, estoy manifestando aquí lo que pienso acerca de los órdenes sociales y los sistemas políticos que tenemos vigentes en la actualidad. También diré lo que pienso sobre las mejoras y las soluciones que algunos de nuestros actuales dirigentes están intentando dar a estos licenciosos y defectuosos sistemas económicos de nuestro tiempo.

Nos dicen que estas modificaciones que preconizan son buenas para hacer más ágiles y funcionales, además de más justas y humanitarias, nuestras relaciones económicas.

 De entrada, diré que no creo que con remiendos viejos, ni con obsoletas reparaciones se vayan a racionalizar estos viejos y caducos sistemas económicos que actualmente estamos soportando.

Estoy convencido de que lo que necesitamos es un sistema económico enteramente nuevo. Un sistema social que de verdad esté basado en los derechos naturales del hombre. Advierto que el sistema social que yo concibo como realmente justo, honrado, solidario y fraternal no es paralelo ni equiparable a ninguno de los actuales, ni a los distintos sistemas registrados en nuestra reciente historia.

Veamos cómo calificaba el humanista Guillaume Budé a los sistemas sociales de su tiempo, o sea, los del siglo XVI. Lo hace en una carta que dirige a su amigo, también humanista, Lupset. Una carta que aprueba la oportuna y cabal denuncia que Tomás Moro hace en su “Utopía” de los corruptos sistemas sociales establecidos por aquellos tiempos. Dice así:

“Todos parecen estar en connivencia -parte con las leyes, parte con los juristas- para apropiarse de lo ajeno, para arrebatar, sonsacar, roer, usurpar, estrujar, esquilmar, chupar, chantajear, raptar y ocultar. Estos procedimientos han venido a ser tanto más comunes cuanto más se ha invocado la autoridad de eso que se llama derecho, tanto civil como pontificio”.

Cierto, pero yo, además, denuncio que lo que eran o fueron de farsantes aquellos sistemas de aquellos tiempos lo siguen siendo los de ahora. Fueron y son tan podridos y apestosos, tan retorcidos y tan hipócritas, que no ha sido ni es posible sanarlos ni enderezarlos.

F. Alberoni dice también:

“Toda sociedad se hace rígida, se esclerotiza, exactamente como todo individuo”.

Este proyecto de ordenamiento social que aquí proponemos, además de no ser equiparable a ninguno de los ya históricos, tampoco se le podrá dar ninguno de los siguientes calificativos. No será capitalista, ni comunista, ni socialista, ni anarquista, ni colectivista, ni de estado, ni separatista, ni oligárquico, ni teocrático, ni religioso ni ateo.

Puede que tenga algo de ellos, pues no descartaremos nada de lo que puedan haber tenido o tengan de positivo para contribuir al buen hacer de este ordenamiento que estoy estructurando o que intento estructurar.

Siempre estaremos a tiempo de incorporar o de rectificar, si contribuye a poder vivir conforme a justicia con libertad, con seguridad, con dignidad, con moralidad, con fraternidad.

En esto soy de la opinión de Aristóteles, en lo que dice en su libro La Política:

“Intentaremos formar una combinación política diferente a todas ellas. Nos ha movido a ello, no un vano deseo de lucir nuestro ingenio, sino la necesidad de poner en claro los defectos mismos de todas las constituciones existentes”.

Lo básico es corregir las causas, extirpar las génesis que engendran los malos efectos y las injusticias que, por causa de las malas administraciones públicas, estamos padeciendo.

Creo que estos superficiales y enquistados parches que se le están aplicando a los sistemas sociales de nuestro tiempo son como heridas cerradas en falso, son remedios ineficaces. Algunos de estos remedios propician o son inductores a la farsa y al engaño, son corruptores más que correctores.

No es que yo pretenda sentar cátedra con mis propuestas, pero sí creo que doy unas ideas básicas para que algunas personas despierten de su letargo, para hacerles recapacitar y despertar sus capacitadas inteligencias; para que se decidan a confeccionar normativas sociales que con ellas se haga viable una justa, solidaria y sana convivencia.

Platón nos aconseja que:

“Vale la pena ser moral porque sólo los individuos que obran de acuerdo con la justicia son plenamente dichosos... Vale la pena ascender hacia el conocimiento y la luz con la que la idea del Bien ilumine el universo de nuestras restantes ideas”.

Es esencial que defendamos los valores que dan dignidad a la persona. Considero que es bueno para todos disponer de unas normas básicas que sin ninguna imposición dictatorial nos permitan convivir de manera tal que nos reporten paz y justicia, libertad y seguridad, así como igualdad en derechos; unas normas con las que todos podamos disfrutar de los derechos naturales del hombre.

Creo que entre nosotros no deben existir ni derechas ni izquierdas, ni “rojos ni azules”. Sólo debe haber comportamientos justos y solidarios, respeto de los derechos humanos y libertad e igualdad en la participación de estos derechos. Creo que, si se destruye el libre arbitrio del hombre, se suprime el principio natural del derecho y del deber.

 Aristóteles asegura que:

“Procurar el bien de una persona es algo deseable, pero es más hermoso y divino conseguirlo para un pueblo o una ciudad”.

Yo diría que lo ideal sería hacer llegar esa bonanza a todas y cada una de las personas de todo el mundo.

San Agustín también dijo algo al respecto:

“Si bien no han de ser culpadas las cosas sino los hombres que usan mal de ellas, ha de admitirse que una cosa es vivir y otra vivir sabiamente... Siendo la paz obra de la justicia, no hay paz verdadera donde no es verdadera la justicia”.

Y Mill dice:

“Para que la naturaleza humana pueda manifestarse con fecundidad, es necesario que los diversos individuos estén en condiciones de desarrollar sus diferentes modos de vida”.

Es naturalmente bueno que los individuos tengan libertad para desarrollar todas y cada una de sus facultades, pero siempre deberán tener presente que la libertad de los unos tiene el límite donde empieza la libertad de los otros, pues la libertad de los otros es tan natural y valiosa como la de los unos, o sea, como la nuestra.


viernes, 28 de agosto de 2015

EMBROLLOS PARA NO PAGAR LO JUSTO POR LOS TRABAJOS AJENOS

Autor: Lino Morales Gómez
Los tradicionalistas, la alta aristocracia, los grandes latifundistas, las élites privilegiadas, los que detentan títulos nobiliarios, etc., para darle más fuerza a este sistema de diferenciación de clases, dirán que los usos y las costumbres tienen siempre fuerza de ley, que hacen ley. También dirán que nuestras tradiciones son "sagradas", que son transmisiones de nuestros antepasados, de nuestros ancestros, que sólo por eso no se deben violar. Alegan que por tradición tienen derecho a manipular la rentabilidad de los que trabajan por cuenta ajena y a regular una buena parte del valor de sus trabajos.
Dirán que la persona o personas que traten de cambiar, corregir o enmendar esas “sagradas tradiciones” se les debe acusar de locos revolucionarios, de degenerados salteadores; les descalificarán y dirán que se merecen que los encierren, que no son dignos de que los escuche nadie, todo por no amoldarse a secundar, sin cuestionar, esas consabidas tradiciones. Además, para ser más persuasivos, revisten a las tradiciones de "valores", de “sanas moralidades”, de “respeto”, de “legítima legalidad”.
Por otro lado, no cabe duda de que todo esto pesa mucho sobre los ánimos de los legisladores incluso de los juristas de turno. Ésta es una de las principales causas por las cuales nuestros legisladores sacan esas leyes tan embrolladas, tan retorcidas y tan repugnantes, tan fuera de los verdaderos derechos humanos y tan difíciles de cumplir a la hora de ponerlas en práctica.
Por eso, ni estas democracias ni estas libertades actuales resultan auténticas. Efectivamente, los ciudadanos de a pie no ven sinceridad, ni auténtica coherencia en la aplicación de la justicia y no acaban de avenirse con estas nuevas democracias ni con estas libertades. Tampoco ven que estos "manejos de las riquezas" se avengan con la equidad ni con el derecho natural. Ven que no hay sinceridad en lo que nos predican los políticos y los legisladores de nuestro tiempo.
Otro concepto que ahora también está de moda es la llamada "competitividad". Viene a ser una especie de guerra en las actividades comerciales entre los especuladores e, incluso, entre naciones para apoderarse de los mercados y manipular precios y valores. La competitividad parece ser que sólo es exigible a los productores; a éstos se les apremia y se les exige más rendimiento, más productividad, y con la misma o menor remuneración. Si la empresa obtiene pocos beneficios o va mal económicamente, siempre se suele culpar de ello a los obreros; bien por poco rendimiento o por poca preparación o especialización, por todo lo cual, siempre se les está amenazando con cesarlos. Si la empresa va bien y la comercialización de los productos es fluida y beneficiosa, con pingües ganancias, entonces se dice que ello es debido a la buena dirección, gestión y administración de los directores y gestores de la empresa. Entonces, los beneficios no revierten en los empleados. 
Si ha habido una labor diligente y sacrificada de los trabajadores de a pie, se silencia y no cuenta. Los honores, así como los honorarios siempre son para el empresario, para los accionistas y algunas migajas para los cuadros directivos. Los sufridos trabajadores, fuera de la dirección, ni ganan honores ni peculio alguno con ello. Se acostumbra a decirles que ya es suficiente con dejarles que puedan seguir prestando su trabajo a la empresa, que no es poco tener un puesto de trabajo en estos tiempos. Tal como están organizadas las producciones y la comercialización de los productos, sólo se benefician los especuladores financieros. Precisamente, los no productores.


domingo, 12 de julio de 2015

EN TODA SOCIEDAD SON ESENCIALES LA LIBERTAD I LA IGUALDAD

Autor: Lino Morales Gómez
Es natural la aspiración a tener libertad para ser propietarios de todo el valor del fruto de nuestras facultades y trabajos personales.
Nadie quiere depender ni estar condicionado por la voluntad de otros. La tendencia general de toda persona normal es querer ser autónomo en su manera de organizarse, mejor que depender de lo que otros dispongan. O sea, que todos deseamos poder ser patronos de nosotros mismos, aunque sea en unión con otros.
Esto es debido a que entendemos que siendo autónomos se podrá disponer de más libertad para tomar decisiones propias y, con ello, ser uno menos dependiente y menos condicionado por los otros.
Teniendo autonomía para poder tomar nuestras decisiones, nos podremos tratar con los demás en un plano de igual a igual, nos sentiremos más personas. Con tal autonomía, es natural que nos consideremos verdaderamente un ser más racional, más humano, más importante. Además, sería más racional si cada uno de nosotros fuésemos patrón de nosotros mismos, pues toda dependencia humilla, degrada y en muchas ocasiones esclaviza.
Por eso, sería muy conveniente poder disponer de un orden social que nos permitiese tomar nuestras propias iniciativas y decisiones libremente, así como poder desarrollar nuestras actividades laborales sin que nadie interfiera en nuestros asuntos. Sé que esto es muy difícil, pero creo que es posible, bien solos o en compañía con otros. Considero que todos tenemos el mismo derecho a disponer de nuestras facultades personales y a relacionarnos con los demás en un plano de total igualdad.
La autonomía en nuestro decidir y en nuestro consumir, y la libertad para poder elegir nuestras actividades laborales son imprescindibles para que cualquier ser humano se sienta persona racional y para que pueda realizarse como tal.

Por otra parte, la libertad es también requisito esencial e imprescindible para poder conseguir la felicidad personal. De ninguna manera, se podría llegar a ser cabalmente feliz si no se tiene entera libertad para poder elegir nuestra manera de ser y nuestros propios caminos, nuestros propios quehaceres. También, para poder elegir a nuestros compañeros, a nuestros amigos para convivir y compartir nuestro medio.

martes, 24 de febrero de 2015

DEBERES Y DERECHOS NATURALES

Autor: Lino Morales Gómez    
Toda la naturaleza sigue periódica, regular y, constantemente, las normativas de unas leyes naturales, cosa que tanto la flora como la fauna obedecen sin cuestionarse ese ordenamiento.
    Únicamente, los seres humanos, o sea, los seres racionales, hemos sido dotados de unas facultades intelectivas que llamamos entendimiento, racionalidad, conocimiento. Hemos sido y somos capaces de verificar, observar e, incluso, cuestionar ese incontenible hacer natural. Aunque por mucho que nos pese, seguiremos inmersos y dependiendo de ese natural hacerse y deshacerse, de ese ordenarse los elementos.
    La idea de que, por encima de las leyes humanas, existen unos principios superiores ya estaba presente en el pensamiento griego y no ha dejado de ser una constante histórica. Nuestro carácter orgulloso filosófico nos hace ver las cosas dispares, diversas y cambiantes.
    Con nuestro razonar, hemos podido comprender que toda nuestra naturaleza está regida por unas poderosas energías que emanan de unas leyes naturales. Leyes que son universales, eternas e infinitas, leyes que rigen y ordenan a todo el universo.
    De esas leyes, emanan unos poderes que se nos imponen de manera natural y que por nuestro bien debemos acatarlas, pues forman parte de nuestra propia energía personal. Así mismo, también de nuestra magnánima naturaleza, emanan unos beneficiosos medios de vida, de los cuales todos tenemos un derecho natural a poder participar. De aquí, salen unos derechos humanos naturales.
     Esto da lugar a unos deberes y a unos derechos, que son radical y totalmente naturales. Todo esto es normativo. Normas que nos afectan a todos directa e imperativamente. Normas que nos marcan unas pautas y unas reglas de cómo debemos comportarnos con esas leyes naturales, con la naturaleza, con nuestros semejantes y con nosotros mismos.
         Así que, tenemos deberes de ineludible cumplimiento para con nuestra madre naturaleza, esto  si queremos librarnos de ser sancionados por ella misma.  Por ejemplo, deberes para facilitar y propiciar su regular e imponderable hacer. Debemos respetar y conservar los sistemas ecológicos. Debemos conservar los equilibrios entre las especies vivientes, tanto animales como vegetales. Debemos perpetuar y mejorar, en lo posible, las especies animales (en esta mejora está incluida nuestra propia especie humana), pues también somos una de sus creaciones. Son naturaleza nuestras  facultades físicas. Son naturaleza nuestras facultades mentales y sentimentales.
    Debemos hacer un uso correcto de todas nuestras propias facultades, empleándolas en lo que y para lo que nos han sido dadas. Debemos no estropear, contaminar o viciar los medios ambientales creados de manera imperativa por nuestra madre naturaleza. Todo a instancias de esas imponderables leyes naturales. De aquí, salen o arrancan los fundamentos naturales de nuestros deberes, así como los fundamentos que han dado lugar a la creación de una verdadera y sana ética.
    Todo lo que contribuya a nuestra propia realización personal (y a la de nuestros semejantes), así como a la de nuestro conocimiento propio y al de los demás, es bueno. Y todo lo que perjudica a nuestra realización propia y a la de los demás es malo. 
   Luego, esas mismas leyes naturales son los fundamentos que nos conceden o dan derechos que igualmente son naturales. O sea, derechos que no son artificios que nos damos nosotros a nosotros mismos, o que nos concedamos los unos a los otros. Los derechos naturales son tales como, derecho a la vida, a sustentarla, conservarla y defenderla. Derecho a tener un sitio seguro donde poder materializar nuestras fuerzas productivas y de trabajo para vivir de ellas. Derecho a la propiedad privada del fruto procedente de nuestras facultades, de nuestro propio y personal trabajo. Derecho a auto-realizarnos, o sea, a desarrollar plenamente todas nuestras facultades personales, ya físicas ya intelectuales, mentales o sentimentales. Derecho a conocer la verdad de todas las cosas sin ocultárnosla los unos a los otros. En conclusión, todos tenemos un derecho natural a “conocer el bien y el mal” para así poder practicar el uno y para poder apartarnos y librarnos del otro. Derecho a tener libertad para el desarrollo y el disfrute de todas nuestras facultades personales. Derecho a ser iguales en el uso y en el disfrute de los elementos naturales. Derecho a no estar subyugados los unos por los otros. Derecho a poder disfrutar y practicar una vida privada. Derecho a que se nos respete nuestra propia dignidad personal. Derecho a la propia estima, sin limitar la de los otros, así como el derecho a una libre convivencia, etc.
    Por otro lado, todos tenemos derecho a poder poseer en privado, en usufructo y en el uso,  cualquiera de los elementos naturales. Eso sí, resarciendo a la sociedad por ese uso en privado.  
    “El derecho se ve reconducido  a la moral, en la medida en que es el deber moral el que obliga a la persona a dejar intacta y libre  una  actividad  propia de otra persona” (Rosmini).        
    Todos estos derechos naturales los tenemos todas las personas, sin exceptuar a ninguna.
    Las personas, debido a nuestras facultades racionales e intelectuales, somos capaces de prever y de prevenir las consecuencias de algunos desarrollos de la naturaleza. Precisamente, por tener esos poderes tenemos deberes y responsabilidades.   
    También, cada uno de nosotros tenemos deberes naturales que igualmente son emanados y provenientes de las dichas leyes naturales y de nuestra madre naturaleza. Por lo mismo, tanto los derechos como los deberes son mandamientos de esas imponderables leyes naturales que rigen a todo el universo, incluida nuestra madre naturaleza.
    Todos estos deberes y todos estos derechos naturales debemos ponerlos por encima de las leyes y de las legislaciones redactadas por los hombres, pues son exigidos y concedidos por las leyes naturales, no por las leyes humanas. El espíritu y la letra de las leyes humanas deberán ser tales que nos faciliten y nos allanen el camino para mejor poder cumplir con las imponderables leyes naturales.
    Por ello, no debemos permitir que nuestros legisladores o mandatarios de turno que nos  falseen o nos escamoteen lo natural con sus acomodaticios dictámenes. Por eso, es fundamental que conozcamos claramente cómo operan y cómo nos afectan las leyes naturales y, acto seguido, debemos acompasar nuestras conductas con el hacer de esas imperativas leyes.
“Sólo queremos que nuestros legisladores no nos quiten lo que ellos no nos pueden dar. O sea, nuestros derechos humanos”. “La voluntad de Dios se expresa en el Universo como Ley, no como capricho, como orden, y no como caos, como inteligencia, y no como azar, como vida, no como muerte” (Dr. R. Eswinburne).

    Santo Tomás de Aquino decía: “Dios es el legislador supremo, que deposita su Ley eterna en la naturaleza de los hombres, obligándolos a que la descubran mediante la razón”.   

    Como quiera que haya sido la creación y la implantación de esas poderosas leyes naturales, lo cierto es que aquí las tenemos, imperativas e incorruptibles, dándonos derechos y deberes.

    De la simbiosis y del uso correcto de esos derechos y de esos deberes naturales, ha surgido y ha dado lugar el nacimiento y la creación de una férrea enmienda que nos obliga a enderezar nuestros deslices. O sea, una justicia que nos obliga a todos a hacer tanto bien como mal hayamos hecho.   

ES FUNDAMENTAL CREAR UN NUEVO ORDEN SOCIAL UNIVERSAL

   AUTOR: Lino Morales Gómez
 Lo que realmente nos hace falta de manera urgente y radical no es un simple lavado de manos. Tampoco una pequeña reforma de los diferentes órdenes sociales y económicos que han regido y que están rigiendo en nuestras sociedades actuales. Lo que realmente  necesitamos es un cambio de raíz en nuestras relaciones sociales y económicas, empezando por las mentalidades, pues hasta ahora casi todas las economías políticas han resultado corruptoras.
    La malicia, lo injusto, lo inmoral y la falsedad que impera en la mayoría de los niveles económicos y sociales, han venido incubándose desde el momento en que se permitió la apropiación privada de los elementos naturales, desde que se permitió vender y comprar los elementos que conforman y forman a nuestra madre naturaleza, desde que se la descuartizó y se la hizo jirones apropiándoselos y especulando con ellos individuos o entidades de manera impune. Con esto, quedaron anulados todos los derechos humanos naturales de igualdad, de libertad y de dignidad personal, así como los de una justicia natural en el uso de los elementos naturales que ha afectado y afecta a todos y a cada uno de los seres humanos. Ya estamos hartos de aguantar todas estas vejaciones y discriminaciones por causa de haber creado diferentes castas y clases sociales. Ya es hora de que se lleven a la práctica las tan pregonadas igualdades en los derechos humanos.
    Todos nacemos libres e iguales. Todos somos iguales en dignidad y derechos. Todos somos iguales ante los derechos humanos. Todos tenemos derecho al derecho.
    Creo que no es suficiente, ni basta, con modificar ésta o aquella faceta de estos corruptos y corruptores sistemas sociales que actualmente tenemos en práctica. Considero que es preciso construir y llevar a la práctica un ordenamiento social totalmente natural. Que sea justo  desde sus cimientos, particularmente en lo económico, en lo político y en lo social. Un orden social donde sea posible practicar una sana justicia, la sinceridad, la verdadera moralidad y honradez, sin merma de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, tanto en derechos como en deberes.
    Debemos, pues, promocionar y llevar a la práctica un orden social político y económico que no esté imbuido ni coartado por tabúes de ninguna clase, por malas costumbres o antinaturales tradiciones, pues siempre ha habido influencias de maléficos poderes fácticos. Necesitamos un orden social que sólo tenga como guía las leyes y los derechos naturales, donde impere una justicia que también llegue a todos por igual y que sea la misma para todos, así como un sistema productivo individualizado donde cada cual sea dueño de todo el valor de su personal trabajo. 
    Solamente con adoptar y llevar a la práctica todo esto, resultaría un orden social que no se le podría buscar ninguna semejanza con ninguno de los órdenes políticos y sociales vigentes en la actualidad, ni se le podría comparar con ninguno de los que ha habido en los siglos pasados.
    Por eso, creo que para bien entender este nuevo orden político-social que proponemos es conveniente abordarlo sin ninguna clase de prejuicios, sin compararlo con ninguno de los órdenes sociales ya vividos.
    Creo también que lo que únicamente se hará imprescindible es ir siempre de la mano de las normativas que nos muestran las leyes naturales, pues todas nuestras reglamentaciones deberán estar saturadas de contenidos naturales, de éticas naturales, de justicias naturales. Siempre debemos procurar que todo esté dentro de los verdaderos contenidos naturales, no de pseudos derechos pactados por unos cuantos hombres, ya sean éstos emperadores, reyes, presidentes o diputados, etc.
      Lo esencial es que las leyes sólo contengan normativas naturales, valores morales naturales, que todos los derechos estén saturados de las eternas e inmutables leyes naturales.
    En concreto, todos los seres humanos, toda persona tiene el indiscutible derecho a que se la respete y garanticen sus dos dimensiones del vivir, tanto en sociedad, como en su vida personal, individual y privada. Éstas son  dos caras de una misma moneda. Entiendo que es preciso socializar más al hombre y, al mismo tiempo, también es preciso individualizarle más en su vivir y en su personalidad.                
     Es bueno tener iniciativas privadas e individuales, pero habiendo una acción reguladora en la aplicación social de todas esas iniciativas personales. Es preciso y bueno que haya progreso, pero siempre se debe evitar la anarquía descontrolada. Las cualidades dinámicas deben ser alentadas por las iniciativas, bien individuales o bien de grupos.
    Hay que profundizar más en estos contenidos. Las estructuras sociales y económicas que tenemos en la actualidad son, como hemos dicho, no válidas para dar garantías a todas las personas en lo que nos corresponde, por naturaleza, a todos y a cada uno de nosotros. Estas estructuras sociales que ahora tenemos no tienen previsto, ni a corto ni a largo plazo, medir a todos con la misma vara.
    Las medidas actuales están tan torcidas que es imposible enderezarlas y es preferible arrojarlas al fuego para fundirlas y construir de nuevo otras que nos igualen a todos en derechos. O sea,  debemos construir una nueva manera de medir, construir un nuevo ordenamiento que sea más justo, más igualitario, más natural y más respetuoso con todas las individualidades personales.
    Por eso, aquí proponemos no sólo tratar de enderezar lo torcido de estas maneras de gobernarnos, sino, además, construir algo enteramente nuevo, sin condicionantes arbitrarios; algo que se ajuste entera y perfectamente a las tan repetidas leyes y derechos naturales.
    Marina J. R. también intuye y opina que: “Una Constitución universal es posible, es necesaria y debe fundarse sobre la afirmación de los derechos individuales… La Constitución universal tiene además que resolver problemas de organización política básica. Ha de incluir las bases de un código penal internacional y de un código civil común, y también una ley fiscal básica. La Constitución universal, como todas las constituciones tiene que ser un instrumento para la redistribución de riquezas y una ayuda a las regiones deprimidas”. Dice, además, “Que lo que estamos explicando no es sólo la genealogía de la ética. Es una aventura metafísica: es la aparición de una nueva esencia humana”.
    Comparto esto de universalizar los derechos y las maneras de igualarnos en dignidades, en donde quiera que nos encontremos, pero eso no es suficiente. Además de eso, debemos borrar todas las fronteras, las castas y las clases sociales, así como los derechos diferentes. También se deberá prohibir la propiedad privada de toda clase de elementos naturales.
    Estoy seguro de que esto que digo parecerá demasiado fuerte. Muchos, tal vez, pensarán que esto es una utopía, que no se pueden quitar de golpe las tradiciones, o sea, el fangoso lastre que viene soportando la humanidad desde hace tantos siglos.
    Ante del criterio generalizado que se tiene sobre todo esto, comprendemos que el querer implantar de golpe este radical cambio es realmente utópico. 
    Por eso, lo primero que es imprescindible hacer es instruir las mentalidades, para hacer comprender los equivocados criterios mentales de muchas personas que están interesadas en mantener estos corruptos y especulativos sistemas. Creo que si realmente queremos estar dentro de una verdadera justicia social y de una auténtica ética natural, hay que infundir claridad en los entendimientos y en las mentalidades de los seres humanos.
    Realmente, la justicia, la honradez y la solidaridad, así como la buena voluntad están demandando a gritos un lavado de normas y conceptos, pues está claro que debemos cambiar y aceptar normas más naturales.
    Creo que es urgente aplicar grandes cambios en nuestros órdenes sociales. Después de esto, ya veríamos las cosas de otra manera y desaparecería esa apariencia de fantasía utópica que venimos proponiendo.
    Por eso, entendemos que para cambiar todas estas corruptas modalidades de las economías y políticas actuales, las especulaciones con la propiedad de las riquezas económicas generadas con los trabajos personales, así como los intercambios de nuestras producciones y riquezas personales, también será preciso remover desde sus cimientos todas las estructuras de la economía en general.
    En esto entra todo lo que producimos y todo lo que consumimos y, con ello, todos los medios de producción que se necesiten para estas funciones. 
   Así pues, está claro que la sana y verdadera justicia en esto de las producciones privadas consiste en que todos, sin excepción, tengamos libre e igual acceso a participar de los elementos naturales, que todos los tengamos a nuestro alcance.
    Todos tenemos el mismo derecho a participar de los elementos naturales de nuestro mundo para   que todos podamos poner en ellos nuestros personales trabajos y así poder vivir con los elementos y de los elementos.    
    Hoy, gracias a la ciencia y a la técnica, el hombre puede poner a su servicio ciertas fuerzas naturales. Ahora bien, no olvidemos que tenemos el ineludible deber de no alterar este maravilloso orden natural establecido por nuestra madre naturaleza, pues un mal uso de algunas fuerzas naturales puede traernos fatales consecuencias.     


lunes, 27 de octubre de 2014

COMENTARIOS SOBRE EL CULTO A LOS INTERESES ECONÓMICOS

Autor: Lino Morales Gómez
La siguiente cita bíblica me va a servir para reflexionar sobre los poderes de ciertas o de muchas de  las acciones de nuestros tiempos.  
Entonces le dijo el Diablo: “Si eres el hijo de Dios, di a estas piedras que se conviertan en panes.” Más Jesús le respondió: “Está escrito; No de pan solamente debe vivir el hombre”. De modo que lo subió y le mostró todos los reinos de la tierra habitada en un instante de tiempo; y el Diablo le dijo: “Te daré toda esta autoridad y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada, y a quien yo quiera se la doy.  Por eso, si tú haces un acto de adoración delante de mí, todo será tuyo”. Respondiendo Jesús le dijo: Está escrito; es a tu Dios a quien tienes que adorar y es a él sólo que tienes que rendir servicio sagrado”. De modo que el diablo, habiendo concluido toda la tentación, se retiró de él hasta otro tiempo conveniente. (Lucas. 4:3.4.5.7.8.13.).
Pues bien, al parecer ese “otro tiempo conveniente” ya ha llegado. Estamos viendo que los hombres de este tiempo ya le estamos rindiendo culto y tributo a los sistemas de intereses económicos y capitalistas, autores de todas las injusticias de este nuestro tiempo.
Ciertamente, el Mal ya ha vencido, ha llegado y ha triunfado. Satán ya ha ganado todas las batallas, ya ha conseguido lo que ambicionaba desde la antigüedad, ya le rindamos pleitesía y tributo, ya adoremos al que consigue las riquezas y el poder económico. Es lo que Satán ofrecía: riquezas a cambio de esclavitudes y discordias, por un lado, y por otro ha establecido el infierno en la Tierra.
Lo que no fue capaz de conseguir antes a pecho descubierto lo está consiguiendo ahora a través de sus representantes, de sus prosélitos aquí en la Tierra. Sus adoradores (cuales son: los  financieros, los banqueros, los especuladores, los mercenarios, los traficantes, etc.) éstos son sus encargados incondicionales que se ponen de rodillas ante él. Los pueblos son los que sufren las consecuencias de sus diabólicos amaños y propósitos. Ya no necesita prometer reinos a cambio de sumisión. Ésta la consiguen sus representantes de aquí en la Tierra con sólo enredarnos con aduladoras y falsas  palabras, además de con palmaditas en la espalda. 
Ahora somos los pueblos los que tenemos que implorarles y pedir a los ediles del diablo que nos protejan. Tenemos que pedir a sus prosélitos pan a cambio de trabajo. Tenemos que pedirles un sitio donde poder servirles y entregarles nuestro rendimiento, y tenemos que pedirles que nos protejan contra el paro y que nos salven del hambre y la miseria.            
Hasta muchas de nuestras autoridades están a su servicio. Nuestros gobiernos de turno le piden ayuda humildemente, se inclinan y se arrodillan ante los altares que los endiosados le han erigido a Satanás, a los poderes fácticos son sus representantes aquí en la Tierra. Seguro que el Mal se está riendo a carcajadas y disfrutando de su diabólico triunfo.
Está claro que los poderosos y engañosos medios que Satán ha empleado, los engañosos medios que le han dado y le siguen dando su triunfo, no han sido otros más que los poderes financieros, las bolsas de cambio de valores, los banqueros, las especulaciones comerciales, la privatización de los elementos naturales, el derecho de herencia, etc. etc.
Y, para darles un buen ver y un buen tragar a todas estas diabólicas e inclementes tramoyas, sólo ha necesitado revestirlas con piel de cordero y lubricarlas con un falso milagroso ungüento llamado pseudo-altruismo. Con sólo dejar caer unas migajas vamos teniendo bastante.
 Con ello, ha cegado a nuestros acomodaticios legisladores de turno, induciéndoles a declarar “legales” esos engañosos medios. Y con esa “legalidad” ha obligado a los poderes judiciales a que cooperen a su favor, haciéndolos fieles cumplidores de sus satánicos designios. Satán ha conseguido que se sancione y se persiga a las personas que se atrevan a poner en tela de juicio a las “buenas aventuras” de esas instituciones inversoras y financieras tan pseudo-benefactoras.
Por otra parte, Satán también ha conseguido que la generalidad de las opiniones públicas descalifiquen a las personas que se atrevan a cuestionar la “buena labor” de esos “alabados” medios financieros, pues no les interesa que se descubra la verdadera finalidad de esas enmascaradas chupadoras de sangre, de esas modernas sanguijuelas. El Mal también ha conseguido desconcertar a muchas rectas conciencias, pues una inmensa mayoría de las personas ya no son capaces de discernir entre las verdaderas y las falsas éticas. La verdad es que todas esas entidades financieras, aunque no lo parezcan, son más dañinas que beneficiosas, ya que su razón de ser no es otra que la usura. La ausencia de una escala de sanos valores del sentido moral y de la fraternidad nos está llevando a una tiranía inhumana, pues no siempre la inteligencia sin la virtud puede llevarnos por los sanos caminos.
“Sabemos que nos originamos de Dios, pero el mundo entero está yaciendo en el (poder del) inicuo”. (Biblia. 1 Juan. 5:19)

domingo, 11 de mayo de 2014

SISTEMAS SOCIALES DISCORDANTES

Autor: Lino Morales Gómez

Sabemos, por experiencia, que todos los sistemas basados en las grandes posesiones económicas fueron y son los que suelen  dar lugar a  tratamientos económicos antisociales que repercuten  generalmente en los tratamientos  morales, pues se suele llamar a alguien  mi amo, mi señor, y esto degenera un tanto a los que tienen menos y a los peones de a pie. Degenera en rapacidad, en injusticias, en discriminaciones, en abusos, en engaños, en estafas, en esclavitudes.
    Todos los órdenes sociales basados en sistemas capitalistas se deberían desechar por corruptores, por inhumanos, por antinaturales.
    Por otro lado, tampoco son naturales ni apropiados los sistemas sociales comunistas o colectivistas. Estos, generalmente, acaban en apatía, en desinterés, en asco del producir.  Llegan a ser generadores de escasez y de pobrezas generalizadas.
    Con los sistemas capitalistas, sólo se crea bienestar para unos pocos,  para una pequeña elite. Para el grueso de las poblaciones, sólo quedan pobrezas y vejaciones.
    En los sistemas comunistas y colectivistas ni siquiera  se llega a crear riqueza ni bienestar para nadie, sólo se llega a escasez  y pobreza para todos. Con estos sistemas, se rebaja el nivel de vida de los acomodados sin llegar a elevar el de los desheredados.
    Entiendo, por eso, que estos tres extremosos ordenamientos sociales, capitalismo, comunismo y colectivismo, son esencialmente malos y antinaturales. Es malo no admitir la propiedad privada, pero es tan malo o peor concedérsela sólo a unos pocos y negársela al resto de la población que son la inmensa mayoría.
     Por todo ello, entiendo que todos los extremos son malos, son contraproducentes. Siempre se debe buscar el justo medio. 
    Creo que los sistemas capitalistas son inapropiados para que se pueda dar una justicia natural  en la participación de las riquezas naturales. Pero no por eso estoy a favor de los sistemas  comunistas ni de los colectivistas totalitarios.
    Ciertamente que el hombre, todo hombre o mujer, tiene el indiscutible derecho a la propiedad privada. Es obvio que ese mismo derecho lo tenemos todas las personas. Por lo mismo, no debe ser ningún hombre o grupo de hombres en particular los elegidos para que se apropien del mundo, ni de ninguno de los elementos naturales, incluida la Tierra y todas las cosas contenidas en ella. Todos somos hijos de Dios, o de nuestra madre la naturaleza. Por lo mismo, todos somos herederos de todos los bienes de este nuestro mundo. Somos por naturaleza hermanos y es obvio que a todos nos asiste el mismo derecho a ser propietarios de los elementos naturales en común.
    Por todo ello, creo que el hombre, todo hombre debería vivir una simbiosis de todos los sistemas sociales que ya se han ensayado. Sistemas que, aplicados por separado han resultado ser francamente inadecuados, malos, pero tengo la completa seguridad que de  todos ellos se pueden extraer algunas enseñanzas y elementos positivos.
    Es evidente que el hombre es un compuesto de dos dimensiones; ya lo tengo dicho varias veces. Es cuerpo y espíritu, es productor y consumidor, etc. Por ello, necesita vivir una vida social y una vida privada, necesita una alternancia. Necesita actividad y reposo. Necesita producir más bien en colectividad y consumir en privado. Necesita ser propietario en común de los elementos naturales y ser propietario en privado de sus facultades personales y del fruto de ellas.
    Latorre, en su libro: Introducción al derecho, Sección 63, dice: "El hombre tiene unos derechos naturales inalienables, es decir, que no pueden ser transferidos permanentemente a ningún gobernante". Y el filósofo inglés John Locke centra esos derechos en la vida, la libertad y la propiedad.
    Es decir, que toda persona tiene el mismo derecho a esos tres valores: a la vida, a la libertad y a la propiedad. Y sobre estos valores no caben prioridades ni privilegios por parte de nadie. 
Relacionado con el tema que trato, y dentro de los actuales sistemas de gobierno, hay una costumbre injustificada y generalmente aceptada que es causa de continuas controversias y corrupciones, costumbre que afecta negativamente a nuestra convivencia. Se trata de la concesión de ciertos privilegios sociales y económicos  a las personas que ostentan u ocupan cargos directivos o de gobierno en empresas, en comunidades o en naciones. Si bien, se justifica esta práctica por su mayor responsabilidad i preocupaciones, lo cierto es que esos “señores” se creen con derecho a apropiarse de lo suyo y de lo ajeno. Y obviamente, ninguno de los sistemas sociales que acepten esos privilegios será apropiado  por no ser justo  ni  ético,  pues siempre provocan discordias e injusticias.     


PARTICIPACIÓN JUSTA EN EL USO DE LAS RIQUEZAS NATURALES

Autor: Lino Morales Gómez

    Ésta es una de tantas cuestiones mal entendidas y peor practicadas, no lo concretamos a pesar de que este tema es comentado y debatido a diario en todos los niveles sociales. Creo que este malentender es debido a dejarse llevar por las ancestrales tradiciones.
    Aparte de eso, en las esferas políticas casi siempre se usa como medio para ganarse adeptos, no para aclarar el origen y el destino justo, natural y lógico de todas y cada una de las riquezas naturales. El egoísmo y la demagogia son causantes de este problema y no dan soluciones para corregirlo.
    Ya va habiendo muchos que opinan que la propiedad privada de los elementos y de los medios de producción es un obstáculo para que pueda haber una "participación justa en el uso de las riquezas naturales".
    Estas frases y otras parecidas, tan manoseadas en estos tiempos, no aclaran nada de esta cuestión; no la aclaran porque sólo se usan con fines interesados. Creo que más bien enmarañan el verdadero fondo del problema. Por eso, estos debates se están quedando vacíos de contenido, pues más bien ocultan la verdad de las injusticias que se están practicando precisamente contra las personas que producen las riquezas.
    Quiero exponer mi criterio acerca del problema de la "justa participación de las riquezas naturales", y dejo que cada cual  opine lo que le parezca.
    De entrada, diré que niego rotundamente que pueda ser justa ninguna clase de distribución o reparto de las riquezas naturales. Ruego a quien lea esta afirmación mía, que, antes de juzgarla, lea las razones en que me fundo para opinar de esta manera.
    Primero, debemos aclarar, como ya tenemos dicho, que es preciso definir y diferenciar entre las dos clases de riquezas que existen en nuestro mudo. Hay unas riquezas que son naturales y otras que son de artificio, o sea que unas están ahí desde siempre en la naturaleza y otras son creadas con el trabajo del hombre.
    Así pues, en mi opinión, las riquezas no naturales, o sea, las creadas con el trabajo del hombre, es muy justo que sean propiedad privada de la persona, hombre o mujer, que las hayan generado o producido con su trabajo. Creo que esto es muy natural. Y no veo razón alguna para obligar a nadie a que las reparta ni a que las comparta con nadie contra su voluntad.
    Luego, están las otras riquezas, las naturales, las no generadas con el trabajo de los hombres. Éstas están constituidas por los elementos naturales. Sin duda alguna, todos los elementos naturales constituyen y nos reportan unas inconmensurables riquezas. Estas riquezas no deberán ser privativas de nadie en particular, ya que por su naturaleza son o deben ser de propiedad y de uso común. Como no han sido producidas por ningún trabajo humano, siempre deberán seguir siendo de propiedad o de uso común, pues nunca debieron ni debemos privatizarlas.
    Si nos las repartiésemos entre todos, entonces cada uno tendríamos una pequeña porción de ellas y, como resultado, las habríamos privatizado. Esto sería como si partiésemos en pedazos a nuestra propia madre y nos los repartiésemos, chalaneando después con las compras y las ventas de esos pedazos. Esto sería ir contra natura e iríamos contra los derechos y las leyes naturales. Y todo lo que sea ir contra estas leyes y estos derechos naturales es injusto, irracional, en suma, inmoral.
    Por ello, no hay racionalidad alguna para repartirnos estas riquezas, ya sean abundantes o escasas, ya que todas las riquezas naturales son  bienes comunes y no son privativos de ninguna manera. 
    Lo justo y natural en esto es que todos participásemos del fruto o de los beneficios que de manera espontánea da la naturaleza,  así como de cualesquiera de los elementos naturales. Deberíamos ser copartícipes del valor de esos frutos y de esas riquezas naturales. Valores que los recibiríamos en servicios, en capacitarnos, en asistencias sanitarias, en darnos cultura, en cuidarnos y atendernos como lo hace una buena madre con sus hijos, pues es nuestra madre naturaleza la que nos cobija a todos nosotros que somos sus descendientes, sus hijos.
    Este sería el justo y natural reparto de beneficios de las riquezas naturales. A esto es a lo que todos tenemos un derecho natural a participar de ellos. 

domingo, 8 de septiembre de 2013

REVISIÓN DE "COMENTARIOS SOBRE AQUELLO DEL "CULTO A SATÁN"". (Por lo actual del tema)

Autor: Lino Morales Gómez                                         

Entonces le dijo el Diablo: “Si eres el hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.” Más Jesús le respondió: “Está escrito; No de pan solamente debe vivir el hombre”. De modo que lo subió y le mostró todos los reinos de la tierra habitada en un instante de tiempo; y el Diablo le dijo: “Te daré toda esta autoridad y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada, y a quien yo quiera se la doy.  Por eso, si tú haces un acto de adoración delante de mí, todo será tuyo”. Respondiendo Jesús le dijo: Está escrito; es a tu Dios a quien tienes que adorar y es a él sólo que tienes que rendir servicio sagrado”. De modo que el diablo, habiendo concluido toda la tentación, se retiró de él hasta otro tiempo conveniente. (Lucas. 4:3.4.5.7.8.13.).
Pues bien, al parecer ese “otro tiempo conveniente”, ya ha llegado. Estamos viendo que los hombres de este tiempo ya le estamos rindiendo culto y tributo a los sistemas de intereses económicos y capitalistas.
Ciertamente, Satán ya ha vencido; ha llegado y ha triunfado. Satán ya ha ganado todas las batallas, ya ha conseguido lo que ambicionaba desde la antigüedad, ya le rindamos pleitesía y tributo, ya adoremos al que consigue las riquezas y el poder económico.  Es lo que Satán ofrecía: riquezas a cambio de esclavitudes y discordias, por un lado, y por otro ha establecido el infierno en la tierra.
Lo que no fue capaz de conseguir antes a pecho descubierto lo está consiguiendo ahora a través de sus representantes, de sus prosélitos aquí en la Tierra. Sus adoradores (cuales son: los  financieros, los banqueros, los especuladores, los mercenarios, los traficantes, etc.) éstos son sus encargados incondicionales que se ponen de rodillas ante él. Los pueblos son los que sufren las consecuencias de sus diabólicos amaños y propósitos. Ya no necesita prometer reinos a cambio de sumisión. Ésta la consiguen sus representantes de aquí en la Tierra con sólo enredarnos con aduladoras y falsas  palabras, además de con palmaditas en la espalda. 
Ahora somos los pueblos los que tenemos que implorarles y pedir a los ediles del diablo que nos protejan. Tenemos que pedir a sus prosélitos pan a cambio de trabajo. Tenemos que pedirles un sitio donde poder servirles y entregarles nuestro rendimiento, y tenemos que pedirles que nos protejan contra el paro y que nos salven del hambre y la miseria.            
Hasta muchas de nuestras autoridades están a su servicio. Nuestros gobiernos de turno le piden ayuda humildemente, se inclinan y se arrodillan ante los altares que los endiosados le han erigido a Satanás, a los poderes fácticos que son sus representantes aquí en la Tierra. Seguro que Satán se estará riendo a carcajadas y disfrutando de su diabólico triunfo.
Está claro que los poderosos y engañosos medios que Satán ha empleado, los engañosos medios que le han dado y le siguen dando su triunfo, no han sido otros más que los poderes financieros, las bolsas de cambio de valores, los banqueros, las especulaciones comerciales, la privatización de los elementos naturales, el derecho de herencia, etc. etc.
Y, para darles un buen ver y un buen tragar a todas estas diabólicas e inclementes tramoyas, sólo ha necesitado revestirlas con piel de cordero y lubricarlas con un falso milagroso ungüento llamado pseudo-altruismo. Con sólo dejar caer unas migajas vamos teniendo bastante.
Con ello, ha cegado a nuestros acomodaticios legisladores de turno, induciéndoles a declarar “legales” esos engañosos medios. Y con esa “legalidad” ha obligado a los poderes judiciales a que cooperen a su favor, haciéndolos fieles cumplidores de sus satánicos designios. Satán ha conseguido que se sancione y se persiga a las personas que se atrevan a poner en tela de juicio a las “buenas aventuras” de esas instituciones inversoras y financieras tan pseudo-benefactoras.
Por otra parte, Satán también ha conseguido que la generalidad de las opiniones públicas descalifiquen a las personas que se atrevan a cuestionar la “buena labor” de esos “alabados” medios financieros, pues no les interesa que se descubra la verdadera finalidad de esas enmascaradas chupadoras de sangre, de esas modernas sanguijuelas. Satán también ha conseguido desconcertar a muchas rectas conciencias, pues una inmensa mayoría de las personas ya no son capaces de discernir entre las verdaderas y las falsas éticas. La verdad es que todas esas entidades financieras, aunque no lo parezcan, son más dañinas que beneficiosas, ya que su razón de ser no es otra que la usura. La ausencia de una escala de sanos valores del sentido moral y de la fraternidad nos está llevando a una tiranía inhumana, pues no siempre la inteligencia sin la virtud puede llevarnos por los sanos caminos.

“Sabemos que nos originamos de Dios, pero el mundo entero está yaciendo en el (poder del) inicuo”. (Biblia. 1 Juan. 5:19)

jueves, 27 de junio de 2013

PRECISAMOS CAMBIOS JUSTOS EN LO ECONÓMICO

Autor: Lino Morales Gómez

    Es cierto que necesitamos reglas y leyes civiles para que nos guíen en nuestros comportamientos y nos faciliten nuestras relaciones sociales. Reglas que sin dejar de ser  democráticas sean siempre respetuosas con las leyes naturales, con la justicia, con los valores morales y con los derechos humanos, que hagan imperar siempre el buen hacer social, laboral y económico.
    Creo que nuestra conducta, en todo nuestro vivir, debe estar en consonancia y armonía no sólo con los derechos propios, sino también con los derechos  de los demás.
    Por eso, las leyes humanas deben concordar con las leyes naturales. Las leyes civiles deben respetar todos los derechos que nos conceden las leyes naturales, así como también deberán exigirnos los mismos deberes a todos y a cada uno de nosotros para con nuestra madre naturaleza. Ya hablamos de esto detallada y ampliamente en “previos uno”.  
    En escritos anteriores hemos puesto de manifiesto muchos de los vicios y de las virtudes de los ordenamientos sociales vividos hasta el presente, pues de todo ha habido “en la viña del señor”.
    También tenemos dicho que es urgente efectuar drásticas correcciones en nuestras relaciones económicas. Es preciso que las hagamos de manera que se puedan dar conductas más justas, más racionales y más solidarias. Creo que es preciso cambiar varios puntos de los sistemas económicos que tenemos en vigencia y en práctica en nuestros tiempos.
    Estoy de acuerdo en que lo primero que deberemos hacer será ir cambiando la mentalidad de las gentes, sin pausas, para que se den conciencias y conocimientos de que todos estos comportamientos, particularmente económicos, que estamos viviendo ahora son básicamente artificiosos e  injustos.
    En estos cambios que proponemos debemos poner mucho cuidado de no caer en los mismos errores y defectos del pasado. Debemos desechar con valentía algunos obsoletos dogmas, pues ya es hora de que busquemos y adoptemos sistemas económicos y sociales más justos y más racionales. Sistemas que sean capaces de armonizar la seguridad con la libertad, el amor con la justicia, los intereses privados con los intereses comunes, el bienestar propio con el respeto al bienestar de los demás. 
    Ya iremos desgranando en capítulos posteriores los cambios que necesitaremos realizar en lo referente a nuestras relaciones económicas, que son muchos y muy radicales.
    Deberemos unir nuestros esfuerzos en una justa colaboración y así poder arrancarle a nuestra madre naturaleza, sin dañarla, más medios de vida.
     Esto no será fácil, pues habrá que vencer a muchos arraigados e injustos dogmas que contribuyen a hacer arduas y lentas las imprescindibles transformaciones de conciencia que necesitamos hacer.
    A pesar de todo esto, volvemos a repetir, que es mejor  mostrar lo que es naturalmente justo y así hacer entrar en razón a muchas fanáticas mentalidades personales, en vez de traumatizarlas con querellas y enfrentamientos. Se debe intentar atraer al buen camino a las personas, usando pacientes enseñanzas y convincentes razonamientos, en vez de usar violentas revoluciones o guerras. La naturaleza evoluciona pacientemente. Tomemos ejemplo de ella.  Creo que para conseguir una racional y clara mentalización de las gentes no hace falta recurrir a ninguna clase de  exacerbaciones  ni  enfrentamientos.
    Con ello se podría ir comprendiendo la conveniencia de una evolución racional que, además, es imprescindible y urgente hacerla. Una evolución que permita erradicar para siempre muchas de estas retorcidas e interesadas costumbres. Se deben erradicar todas estas prácticas usureras, inclementes e inhumanas de nuestro tiempo. Así como muchas de estas perniciosas apropiaciones y discriminaciones personales en el uso de los elementos naturales.
     Creo que con una buena y sana mentalización y un buen ideario de enseñanzas sociales y morales se podrían llevar a la práctica honrados comportamientos y así erradicar y suprimir todas estas engañosas especulaciones que actualmente se están practicando.
    Hay que desenmascarar toda esta falsa palabrería que se esparce para confundir a muchas crédulas gentes. Ya es hora de descubrir la sucia procedencia de muchas especulaciones e inconfesables engaños y retorcidos comportamientos económicos.
    Debemos proponernos que no haya ninguna clase de prácticas especulativas. Que no haya modalidades fraudulentas ni formas coactivas. Nada de eso hace falta para ganarse un honrado y satisfactorio vivir.
    No hay duda de que estamos  muy necesitados de un proyecto social donde sea posible que toda persona útil pueda vivir con sólo su exclusivo y personal trabajo. De un trabajo que sea personal y honrado.
    Esto implicará que, cada uno de nosotros, deberemos producir, con nuestro trabajo personal, tanto valor como importe nuestra consumición. O sea, que cada cual debe rendir con su trabajo personal el valor de toda su consumición, el valor  de todos los servicios que reciba.
    Esto también llevará implícito que cada cual pueda ser el propietario de toda su producción personal pero sólo de esa producción. Así, cada cual será muy libre para poder gastarse sus ganancias como quiera y en lo que quiera.  
    Estos derechos y estos deberes individuales también deberán ser universales y no mirarán nacionalidad, raza, sexo, ni edad. Todo esto se deberá aplicar sin privilegios, sin excepciones  individuales o de clase.
    En consecuencia, en lo relacionado con las prácticas económicas será preciso cambiar o quitar ciertas costumbres, pues como tenemos dicho las tradiciones, los dogmas, los prejuicios, los usos y las costumbres siempre se deben someter a análisis, a crítica y a control. Y según las consecuencias y los efectos que tengan en la práctica,  hay que aceptarlos, modificarlos o rechazarlos de manera responsable, pues se debe conservar todo lo que se avenga con los derechos naturales y no lo que vaya contra natura.  
    Repetimos por nonagésima vez que se deben prohibir, por las inversiones especulativas, la propiedad privada de los elementos naturales, el derechos de herencia, el cobrar intereses, el comprar productos para luego volverlos a vender con excesiva  ganancia o  que haya empresarios y empresas de propiedad privada. Toda empresa deberá ser financiada y montada por la primera gestoría, o sea por  la Gestoría de la hacienda pública. Por ello, en esta clase de inversión todos seremos copartícipes o autónomos empresarios, ya que lo que se invertirá serán fondos públicos, fondos comunales. Esto no impedirá que las empresas deban ser regentadas por los mismos productores y que las ganancias deban ser también propiedad de los propios productores.

    También debemos mentalizar a las gentes  sobre la universalidad de una natural justicia, de una sana y natural ética, que también debe ser universal e igual para todos. Todo este recto obrar deberemos ir poniéndolo en practica  cuanto antes,  pues como muy bien dice Tomás Moro: “No es eficaz sólo poner sobre el tapete ideas completamente nuevas, sino que debe trabajarse indirectamente, con tacto, y lo que no se pueda hacer bien, debe hacerse lo menos mal posible, pues las cosas no serán perfectas hasta que los hombres lo sean”.