AUTOR: Lino Morales Gómez
Lo que realmente nos hace falta de manera
urgente y radical no es un simple lavado de manos. Tampoco una pequeña reforma
de los diferentes órdenes sociales y económicos que han regido y que están
rigiendo en nuestras sociedades actuales. Lo que realmente necesitamos es un cambio de raíz en nuestras
relaciones sociales y económicas, empezando por las mentalidades, pues hasta
ahora casi todas las economías políticas han resultado corruptoras.
La malicia, lo injusto, lo inmoral y la
falsedad que impera en la mayoría de los niveles económicos y sociales, han
venido incubándose desde el momento en que se permitió la apropiación privada
de los elementos naturales, desde que se permitió vender y comprar los
elementos que conforman y forman a nuestra madre naturaleza, desde que se la
descuartizó y se la hizo jirones apropiándoselos y especulando con ellos
individuos o entidades de manera impune. Con esto, quedaron anulados todos los
derechos humanos naturales de igualdad, de libertad y de dignidad personal, así
como los de una justicia natural en el uso de los elementos naturales que ha
afectado y afecta a todos y a cada uno de los seres humanos. Ya estamos hartos
de aguantar todas estas vejaciones y discriminaciones por causa de haber creado
diferentes castas y clases sociales. Ya es hora de que se lleven a la práctica
las tan pregonadas igualdades en los derechos humanos.
Todos nacemos libres e iguales. Todos somos
iguales en dignidad y derechos. Todos somos iguales ante los derechos humanos.
Todos tenemos derecho al derecho.
Creo que no es suficiente, ni basta, con
modificar ésta o aquella faceta de estos corruptos y corruptores sistemas
sociales que actualmente tenemos en práctica. Considero que es preciso
construir y llevar a la práctica un ordenamiento social totalmente natural. Que
sea justo desde sus cimientos,
particularmente en lo económico, en lo político y en lo social. Un orden social
donde sea posible practicar una sana justicia, la sinceridad, la verdadera
moralidad y honradez, sin merma de la libertad, de la igualdad y de la
fraternidad, tanto en derechos como en deberes.
Debemos, pues, promocionar y llevar a la
práctica un orden social político y económico que no esté imbuido ni coartado
por tabúes de ninguna clase, por malas costumbres o antinaturales tradiciones,
pues siempre ha habido influencias de maléficos poderes fácticos. Necesitamos
un orden social que sólo tenga como guía las leyes y los derechos naturales,
donde impere una justicia que también llegue a todos por igual y que sea la
misma para todos, así como un sistema productivo individualizado donde cada
cual sea dueño de todo el valor de su personal trabajo.
Solamente con adoptar y llevar a la práctica
todo esto, resultaría un orden social que no se le podría buscar ninguna
semejanza con ninguno de los órdenes políticos y sociales vigentes en la
actualidad, ni se le podría comparar con ninguno de los que ha habido en los
siglos pasados.
Por eso, creo que para bien entender este
nuevo orden político-social que proponemos es conveniente abordarlo sin ninguna
clase de prejuicios, sin compararlo con ninguno de los órdenes sociales ya
vividos.
Creo también que lo que únicamente se hará
imprescindible es ir siempre de la mano de las normativas que nos muestran las
leyes naturales, pues todas nuestras reglamentaciones deberán estar saturadas
de contenidos naturales, de éticas naturales, de justicias naturales. Siempre
debemos procurar que todo esté dentro de los verdaderos contenidos naturales,
no de pseudos derechos pactados por unos cuantos hombres, ya sean éstos
emperadores, reyes, presidentes o diputados, etc.
Lo esencial es que las leyes sólo
contengan normativas naturales, valores morales naturales, que todos los
derechos estén saturados de las eternas e inmutables leyes naturales.
En concreto, todos los seres humanos, toda
persona tiene el indiscutible derecho a que se la respete y garanticen sus dos
dimensiones del vivir, tanto en sociedad, como en su vida personal, individual
y privada. Éstas son dos caras de una
misma moneda. Entiendo que es preciso socializar más al hombre y, al mismo
tiempo, también es preciso individualizarle más en su vivir y en su
personalidad.
Es bueno tener iniciativas privadas e
individuales, pero habiendo una acción reguladora en la aplicación social de
todas esas iniciativas personales. Es preciso y bueno que haya progreso, pero
siempre se debe evitar la anarquía descontrolada. Las cualidades dinámicas
deben ser alentadas por las iniciativas, bien individuales o bien de grupos.
Hay que profundizar más en estos
contenidos. Las estructuras sociales y económicas que tenemos en la actualidad
son, como hemos dicho, no válidas para dar garantías a todas las personas en lo
que nos corresponde, por naturaleza, a todos y a cada uno de nosotros. Estas
estructuras sociales que ahora tenemos no tienen previsto, ni a corto ni a
largo plazo, medir a todos con la misma vara.
Las medidas actuales están tan torcidas que
es imposible enderezarlas y es preferible arrojarlas al fuego para fundirlas y
construir de nuevo otras que nos igualen a todos en derechos. O sea, debemos construir una nueva manera de medir,
construir un nuevo ordenamiento que sea más justo, más igualitario, más natural
y más respetuoso con todas las individualidades personales.
Por eso, aquí proponemos no sólo tratar de
enderezar lo torcido de estas maneras de gobernarnos, sino, además, construir
algo enteramente nuevo, sin condicionantes arbitrarios; algo que se ajuste
entera y perfectamente a las tan repetidas leyes y derechos naturales.
Marina J. R. también intuye y opina que:
“Una Constitución universal es posible, es necesaria y debe fundarse sobre la
afirmación de los derechos individuales… La Constitución
universal tiene además que resolver problemas de organización política básica.
Ha de incluir las bases de un código penal internacional y de un código civil
común, y también una ley fiscal básica. La Constitución universal,
como todas las constituciones tiene que ser un instrumento para la
redistribución de riquezas y una ayuda a las regiones deprimidas”. Dice,
además, “Que lo que estamos explicando no es sólo la genealogía de la ética. Es
una aventura metafísica: es la aparición de una nueva esencia humana”.
Comparto esto de universalizar los derechos
y las maneras de igualarnos en dignidades, en donde quiera que nos encontremos,
pero eso no es suficiente. Además de eso, debemos borrar todas las fronteras,
las castas y las clases sociales, así como los derechos diferentes. También se
deberá prohibir la propiedad privada de toda clase de elementos naturales.
Estoy seguro de que esto que digo parecerá
demasiado fuerte. Muchos, tal vez, pensarán que esto es una utopía, que no se
pueden quitar de golpe las tradiciones, o sea, el fangoso lastre que viene
soportando la humanidad desde hace tantos siglos.
Ante del criterio generalizado que se tiene
sobre todo esto, comprendemos que el querer implantar de golpe este radical
cambio es realmente utópico.
Por eso, lo primero que es imprescindible
hacer es instruir las mentalidades, para hacer comprender los equivocados
criterios mentales de muchas personas que están interesadas en mantener estos
corruptos y especulativos sistemas. Creo que si realmente queremos estar dentro
de una verdadera justicia social y de una auténtica ética natural, hay que
infundir claridad en los entendimientos y en las mentalidades de los seres
humanos.
Realmente, la justicia, la honradez y la
solidaridad, así como la buena voluntad están demandando a gritos un lavado de
normas y conceptos, pues está claro que debemos cambiar y aceptar normas más
naturales.
Creo que es urgente aplicar grandes cambios
en nuestros órdenes sociales. Después de esto, ya veríamos las cosas de otra
manera y desaparecería esa apariencia de fantasía utópica que venimos
proponiendo.
Por eso, entendemos que para cambiar todas
estas corruptas modalidades de las economías y políticas actuales, las especulaciones
con la propiedad de las riquezas económicas generadas con los trabajos
personales, así como los intercambios de nuestras producciones y riquezas
personales, también será preciso remover desde sus cimientos todas las
estructuras de la economía en general.
En esto entra todo lo que producimos y todo
lo que consumimos y, con ello, todos los medios de producción que se necesiten
para estas funciones.
Así pues, está claro que la sana y verdadera
justicia en esto de las producciones privadas consiste en que todos, sin
excepción, tengamos libre e igual acceso a participar de los elementos
naturales, que todos los tengamos a nuestro alcance.
Todos tenemos el mismo derecho a participar
de los elementos naturales de nuestro mundo para que todos podamos poner en ellos nuestros
personales trabajos y así poder vivir con los elementos y de los
elementos.
Hoy, gracias a la ciencia y a la técnica,
el hombre puede poner a su servicio ciertas fuerzas naturales. Ahora bien, no
olvidemos que tenemos el ineludible deber de no alterar este maravilloso orden
natural establecido por nuestra madre naturaleza, pues un mal uso de algunas
fuerzas naturales puede traernos fatales consecuencias.
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