Autor: Lino Morales Gómez
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Los magistrados encargados de hacer justicia deberán
tener un conocimiento claro y cabal de las leyes naturales y de las leyes
positivas contrastadas por los poderes judiciales, así como de los derechos
naturales de las personas. Pues la sociedad pone en sus manos la aplicación de
las leyes y espera de ellos que se pueda aplicar una sana y recta justicia. Las
leyes naturales serán sus poderosos instrumentos para medir el alcance de las
transgresiones y para obligar a
restablecer el bien que haya sido alterado o ultrajado.
Generalmente todos esperamos de la justicia y de los
poderes judiciales, reparaciones y restauraciones del bien que haya sido
alterado, conculcado o ultrajado.
Por eso, su principal misión será la de que los
transgresores reparen o paguen el mal que hayan hecho. Esperamos que la
justicia no sólo consista en castigar.
A veces es preciso que se castigue a los impenitentes.
Se debe procurar evitar el castigo, pero éste se aplicará hasta que los
malhechores “devuelvan tanto bien como mal hubieren hecho”.
Así pues, la principal misión de la justicia debe ser
la de obligar a reparar el mal que se haya podido inferir a cualquiera entidad,
persona o naturaleza. Luego, una vez
reparado esto, y restaurada la normalidad, no será necesario ninguna
represalia ni castigo.
Es evidente que para poder obligar a los agresores o
delincuentes a que “devuelvan a los agredidos tanto bien como mal les hayan
causado”, será preciso que los poderes judiciales cuenten con ciertos medios de
represión para presionar sobre los malhechores
hasta que queden restablecidos
los bienes y derechos naturales de ambas partes.
La sana justicia y también la ética natural siempre
exigen obrar de esta manera. Estos valores siempre recomiendan “devolver bien
por mal”. Tomemos ejemplo de nuestra propia Madre naturaleza, pues ésta siempre procura reparar el mal, restañar las heridas. Con
esto no quiero decir que haya que “poner la otra mejilla” sino, que quien tiene
que “devolver el bien”, debe ser, el
mismo que hizo el mal, no el que lo recibió.
“Todo el que no obra con justicia no se origina de
Dios, tampoco el que no ama a su hermano. Porque éste es el mensaje que ustedes
han oído desde el principio, que debemos tener amor los unos para con los
otros”. (Biblia. 1Juan 3: 10, 11)
Desgraciadamente, la justicia de nuestro tiempo no
obra de esas maneras, pues sólo se dedica a castigar, a condenar, a poner penas. En resumen, a hacer más mal. Pues el
mal es mal en sí mismo. Es mal si se le hace a un inocente y no deja de ser mal
cuando se le aplique a un culpable después de que haya reparado el mal que hizo. .../...
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