DATOS BIOGRÁFICOS DE LINO MORALES GÓMEZ

Lino Morales Gómez nació en Fuente el Fresno, provincia de Ciudad Real, el 23 de Setiembre de 1919 y está afincado en Barcelona desde 1964. Pensador nato, ha dedicado toda su vida a un trabajo intelectual de lectura y raciocinio constantes. Fruto de ello son estas reflexiones y otras muchas que encierran toda una filosofía de vida que quiere compartir con los lectores. Sus fuentes han sido los libros que ha leído de múltiples autores con ideologías diversas, así como las conclusiones que ha sacado él, particularmente, de su experiencia de vida.

domingo, 8 de septiembre de 2013

REVISIÓN DE "COMENTARIOS SOBRE AQUELLO DEL "CULTO A SATÁN"". (Por lo actual del tema)

Autor: Lino Morales Gómez                                         

Entonces le dijo el Diablo: “Si eres el hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.” Más Jesús le respondió: “Está escrito; No de pan solamente debe vivir el hombre”. De modo que lo subió y le mostró todos los reinos de la tierra habitada en un instante de tiempo; y el Diablo le dijo: “Te daré toda esta autoridad y la gloria de ellos, porque a mí me ha sido entregada, y a quien yo quiera se la doy.  Por eso, si tú haces un acto de adoración delante de mí, todo será tuyo”. Respondiendo Jesús le dijo: Está escrito; es a tu Dios a quien tienes que adorar y es a él sólo que tienes que rendir servicio sagrado”. De modo que el diablo, habiendo concluido toda la tentación, se retiró de él hasta otro tiempo conveniente. (Lucas. 4:3.4.5.7.8.13.).
Pues bien, al parecer ese “otro tiempo conveniente”, ya ha llegado. Estamos viendo que los hombres de este tiempo ya le estamos rindiendo culto y tributo a los sistemas de intereses económicos y capitalistas.
Ciertamente, Satán ya ha vencido; ha llegado y ha triunfado. Satán ya ha ganado todas las batallas, ya ha conseguido lo que ambicionaba desde la antigüedad, ya le rindamos pleitesía y tributo, ya adoremos al que consigue las riquezas y el poder económico.  Es lo que Satán ofrecía: riquezas a cambio de esclavitudes y discordias, por un lado, y por otro ha establecido el infierno en la tierra.
Lo que no fue capaz de conseguir antes a pecho descubierto lo está consiguiendo ahora a través de sus representantes, de sus prosélitos aquí en la Tierra. Sus adoradores (cuales son: los  financieros, los banqueros, los especuladores, los mercenarios, los traficantes, etc.) éstos son sus encargados incondicionales que se ponen de rodillas ante él. Los pueblos son los que sufren las consecuencias de sus diabólicos amaños y propósitos. Ya no necesita prometer reinos a cambio de sumisión. Ésta la consiguen sus representantes de aquí en la Tierra con sólo enredarnos con aduladoras y falsas  palabras, además de con palmaditas en la espalda. 
Ahora somos los pueblos los que tenemos que implorarles y pedir a los ediles del diablo que nos protejan. Tenemos que pedir a sus prosélitos pan a cambio de trabajo. Tenemos que pedirles un sitio donde poder servirles y entregarles nuestro rendimiento, y tenemos que pedirles que nos protejan contra el paro y que nos salven del hambre y la miseria.            
Hasta muchas de nuestras autoridades están a su servicio. Nuestros gobiernos de turno le piden ayuda humildemente, se inclinan y se arrodillan ante los altares que los endiosados le han erigido a Satanás, a los poderes fácticos que son sus representantes aquí en la Tierra. Seguro que Satán se estará riendo a carcajadas y disfrutando de su diabólico triunfo.
Está claro que los poderosos y engañosos medios que Satán ha empleado, los engañosos medios que le han dado y le siguen dando su triunfo, no han sido otros más que los poderes financieros, las bolsas de cambio de valores, los banqueros, las especulaciones comerciales, la privatización de los elementos naturales, el derecho de herencia, etc. etc.
Y, para darles un buen ver y un buen tragar a todas estas diabólicas e inclementes tramoyas, sólo ha necesitado revestirlas con piel de cordero y lubricarlas con un falso milagroso ungüento llamado pseudo-altruismo. Con sólo dejar caer unas migajas vamos teniendo bastante.
Con ello, ha cegado a nuestros acomodaticios legisladores de turno, induciéndoles a declarar “legales” esos engañosos medios. Y con esa “legalidad” ha obligado a los poderes judiciales a que cooperen a su favor, haciéndolos fieles cumplidores de sus satánicos designios. Satán ha conseguido que se sancione y se persiga a las personas que se atrevan a poner en tela de juicio a las “buenas aventuras” de esas instituciones inversoras y financieras tan pseudo-benefactoras.
Por otra parte, Satán también ha conseguido que la generalidad de las opiniones públicas descalifiquen a las personas que se atrevan a cuestionar la “buena labor” de esos “alabados” medios financieros, pues no les interesa que se descubra la verdadera finalidad de esas enmascaradas chupadoras de sangre, de esas modernas sanguijuelas. Satán también ha conseguido desconcertar a muchas rectas conciencias, pues una inmensa mayoría de las personas ya no son capaces de discernir entre las verdaderas y las falsas éticas. La verdad es que todas esas entidades financieras, aunque no lo parezcan, son más dañinas que beneficiosas, ya que su razón de ser no es otra que la usura. La ausencia de una escala de sanos valores del sentido moral y de la fraternidad nos está llevando a una tiranía inhumana, pues no siempre la inteligencia sin la virtud puede llevarnos por los sanos caminos.

“Sabemos que nos originamos de Dios, pero el mundo entero está yaciendo en el (poder del) inicuo”. (Biblia. 1 Juan. 5:19)

jueves, 27 de junio de 2013

PRECISAMOS CAMBIOS JUSTOS EN LO ECONÓMICO

Autor: Lino Morales Gómez

    Es cierto que necesitamos reglas y leyes civiles para que nos guíen en nuestros comportamientos y nos faciliten nuestras relaciones sociales. Reglas que sin dejar de ser  democráticas sean siempre respetuosas con las leyes naturales, con la justicia, con los valores morales y con los derechos humanos, que hagan imperar siempre el buen hacer social, laboral y económico.
    Creo que nuestra conducta, en todo nuestro vivir, debe estar en consonancia y armonía no sólo con los derechos propios, sino también con los derechos  de los demás.
    Por eso, las leyes humanas deben concordar con las leyes naturales. Las leyes civiles deben respetar todos los derechos que nos conceden las leyes naturales, así como también deberán exigirnos los mismos deberes a todos y a cada uno de nosotros para con nuestra madre naturaleza. Ya hablamos de esto detallada y ampliamente en “previos uno”.  
    En escritos anteriores hemos puesto de manifiesto muchos de los vicios y de las virtudes de los ordenamientos sociales vividos hasta el presente, pues de todo ha habido “en la viña del señor”.
    También tenemos dicho que es urgente efectuar drásticas correcciones en nuestras relaciones económicas. Es preciso que las hagamos de manera que se puedan dar conductas más justas, más racionales y más solidarias. Creo que es preciso cambiar varios puntos de los sistemas económicos que tenemos en vigencia y en práctica en nuestros tiempos.
    Estoy de acuerdo en que lo primero que deberemos hacer será ir cambiando la mentalidad de las gentes, sin pausas, para que se den conciencias y conocimientos de que todos estos comportamientos, particularmente económicos, que estamos viviendo ahora son básicamente artificiosos e  injustos.
    En estos cambios que proponemos debemos poner mucho cuidado de no caer en los mismos errores y defectos del pasado. Debemos desechar con valentía algunos obsoletos dogmas, pues ya es hora de que busquemos y adoptemos sistemas económicos y sociales más justos y más racionales. Sistemas que sean capaces de armonizar la seguridad con la libertad, el amor con la justicia, los intereses privados con los intereses comunes, el bienestar propio con el respeto al bienestar de los demás. 
    Ya iremos desgranando en capítulos posteriores los cambios que necesitaremos realizar en lo referente a nuestras relaciones económicas, que son muchos y muy radicales.
    Deberemos unir nuestros esfuerzos en una justa colaboración y así poder arrancarle a nuestra madre naturaleza, sin dañarla, más medios de vida.
     Esto no será fácil, pues habrá que vencer a muchos arraigados e injustos dogmas que contribuyen a hacer arduas y lentas las imprescindibles transformaciones de conciencia que necesitamos hacer.
    A pesar de todo esto, volvemos a repetir, que es mejor  mostrar lo que es naturalmente justo y así hacer entrar en razón a muchas fanáticas mentalidades personales, en vez de traumatizarlas con querellas y enfrentamientos. Se debe intentar atraer al buen camino a las personas, usando pacientes enseñanzas y convincentes razonamientos, en vez de usar violentas revoluciones o guerras. La naturaleza evoluciona pacientemente. Tomemos ejemplo de ella.  Creo que para conseguir una racional y clara mentalización de las gentes no hace falta recurrir a ninguna clase de  exacerbaciones  ni  enfrentamientos.
    Con ello se podría ir comprendiendo la conveniencia de una evolución racional que, además, es imprescindible y urgente hacerla. Una evolución que permita erradicar para siempre muchas de estas retorcidas e interesadas costumbres. Se deben erradicar todas estas prácticas usureras, inclementes e inhumanas de nuestro tiempo. Así como muchas de estas perniciosas apropiaciones y discriminaciones personales en el uso de los elementos naturales.
     Creo que con una buena y sana mentalización y un buen ideario de enseñanzas sociales y morales se podrían llevar a la práctica honrados comportamientos y así erradicar y suprimir todas estas engañosas especulaciones que actualmente se están practicando.
    Hay que desenmascarar toda esta falsa palabrería que se esparce para confundir a muchas crédulas gentes. Ya es hora de descubrir la sucia procedencia de muchas especulaciones e inconfesables engaños y retorcidos comportamientos económicos.
    Debemos proponernos que no haya ninguna clase de prácticas especulativas. Que no haya modalidades fraudulentas ni formas coactivas. Nada de eso hace falta para ganarse un honrado y satisfactorio vivir.
    No hay duda de que estamos  muy necesitados de un proyecto social donde sea posible que toda persona útil pueda vivir con sólo su exclusivo y personal trabajo. De un trabajo que sea personal y honrado.
    Esto implicará que, cada uno de nosotros, deberemos producir, con nuestro trabajo personal, tanto valor como importe nuestra consumición. O sea, que cada cual debe rendir con su trabajo personal el valor de toda su consumición, el valor  de todos los servicios que reciba.
    Esto también llevará implícito que cada cual pueda ser el propietario de toda su producción personal pero sólo de esa producción. Así, cada cual será muy libre para poder gastarse sus ganancias como quiera y en lo que quiera.  
    Estos derechos y estos deberes individuales también deberán ser universales y no mirarán nacionalidad, raza, sexo, ni edad. Todo esto se deberá aplicar sin privilegios, sin excepciones  individuales o de clase.
    En consecuencia, en lo relacionado con las prácticas económicas será preciso cambiar o quitar ciertas costumbres, pues como tenemos dicho las tradiciones, los dogmas, los prejuicios, los usos y las costumbres siempre se deben someter a análisis, a crítica y a control. Y según las consecuencias y los efectos que tengan en la práctica,  hay que aceptarlos, modificarlos o rechazarlos de manera responsable, pues se debe conservar todo lo que se avenga con los derechos naturales y no lo que vaya contra natura.  
    Repetimos por nonagésima vez que se deben prohibir, por las inversiones especulativas, la propiedad privada de los elementos naturales, el derechos de herencia, el cobrar intereses, el comprar productos para luego volverlos a vender con excesiva  ganancia o  que haya empresarios y empresas de propiedad privada. Toda empresa deberá ser financiada y montada por la primera gestoría, o sea por  la Gestoría de la hacienda pública. Por ello, en esta clase de inversión todos seremos copartícipes o autónomos empresarios, ya que lo que se invertirá serán fondos públicos, fondos comunales. Esto no impedirá que las empresas deban ser regentadas por los mismos productores y que las ganancias deban ser también propiedad de los propios productores.

    También debemos mentalizar a las gentes  sobre la universalidad de una natural justicia, de una sana y natural ética, que también debe ser universal e igual para todos. Todo este recto obrar deberemos ir poniéndolo en practica  cuanto antes,  pues como muy bien dice Tomás Moro: “No es eficaz sólo poner sobre el tapete ideas completamente nuevas, sino que debe trabajarse indirectamente, con tacto, y lo que no se pueda hacer bien, debe hacerse lo menos mal posible, pues las cosas no serán perfectas hasta que los hombres lo sean”.

domingo, 28 de abril de 2013

CAUSAS DE LA PÉRDIDA DE LA CONCIENCIA SOCIAL

Autor: Lino Morales Gómez

   Hubo largos períodos de tiempo en los que las comunidades humanas se comportaban como una sociedad familiar, viviendo en armonía y en concordia. En el seno de la misma, todos se sentían seguros y libres. Se daban mutuo y desinteresado apoyo ante los peligros y los rigores de la naturaleza. Con su unión, suplían la fragilidad de los  seres humanos.
   En aquellas primeras familias, tribus o comunidades de hace varios millones de años, todos contribuían con su trabajo para proporcionar medios de vida para la comunidad. Se sentían satisfechos y orgullosos por contribuir al bienestar general. Competían a ver quién aportaba más bienes y medios de vida a la comunidad.
   Algunos comenzaron a adiestrarse y a especializarse en algunas determinadas actividades y otros en otras. Esto, más tarde, con la habilidad y con la especificidad dio lugar a determinadas profesiones. Con ello, vino la “especialización” y la división de los quehaceres, además de aumentar los medios de vida, el progreso y, finalmente, la elevación del nivel de conocimientos.
   Con estos logros vivieron felices y en armonía placentera durante largos períodos de tiempo hasta que un desdichado día apareció aquella ponzoñosa “serpiente bíblica” ofreciendo fabulosas grandezas personales, riquezas individuales, dominios personales absolutos y, con ello, placeres desenfrenados, etc. El orgullo desmedido de algunos hombres les hizo creer que podían alcanzar con las manos hasta el cielo y el poder de los dioses. Esas mentes calenturientas indujeron a concebir la  construcción de la fabulosa y famosa “Torre de Babel”. Empezaron los dominios absolutos.
   Estos relatos bíblicos son metáforas que quieren mostrarnos y darnos a entender dónde radica el origen y las causas de los males que aquejan a nuestras relaciones sociales humanas. Con estas fábulas, se quiere significar el fraccionamiento y el hundimiento de la armonía de las sociedades humanas, así como el poder de su unión, el poder de “lograr todo lo que se propusiesen” si hubieran permanecido unidas. Algunos, (aunque pocos) hombres endiosados y ávidos de poder y de poseer fueron organizando cada uno de ellos su bandería, su pequeño grupo de adeptos y quisieron imponerse a los demás, pretendiendo llegar a ser poderosos patriarcas, faraones, emperadores, etc.
   Estos malditos personajes consideraban a las gentes del pueblo como si fuesen animales de su particular propiedad. Para nada tenían en cuenta ninguna clase de derechos humanos, ni de moralidades. Fueron poseídos por el ansia de poder y de dominar a sus congéneres y, con ello,  provocaron divergencias y querellas.
    Así, aparecieron grandes disociaciones de aquella emergente sociedad. Comenzaron a surgir ciertos y pequeños reinados, que dieron lugar a las malditas guerras, sólo con el afán de ensanchar sus dominios, provocando y dando lugar a extraños aislamientos y a enajenaciones, además de a salvajes comportamientos. Empezaron los patriarcas, los reyes, los faraones, los emperadores,  etc. a organizar los imperios, los condados, los ducados, los reinos, etc. Y así se dio lugar a las tan ensalzadas “patrias” de nuestros tiempos.
   Algunos de aquellos mandamases se sacaron de la manga aquello de “por Dios, por la patria y el Rey, hasta la última gota de sangre”. Esta frases y otras parecidas han sido durante mucho tiempo muy populares. En muchas ocasiones, se las ha tenido por consignas sagradas. Lo cierto es que en su nombre se han cometido horrorosos genocidios. Estas frases son como  dardos envenenados que tienen en su haber sanguinarias atrocidades. 
  No es que fuesen malas en sí mismas todas aquellas bienaventuranzas que la astuta serpiente bíblica ofrecía. Los instintos, los deseos, el egoísmo, los sentimientos, el entendimiento, incluso el dominio que el hombre ejerce sobre las especies de plantas y de animales, los placeres naturales, el orgullo, todo esto bien entendido, son como palancas de lanzamiento, son estímulos que nos mueven a ser activos y a obrar.
    Si muchas de estas facultades son bien entendidas, bien racionalizadas y bien empleadas, con ellas se puede progresar sin lesionar ni la dignidad ni la libertad, ni la honradez ni  los derechos naturales de nuestros conciudadanos o semejantes. 
    Todas  estas potencialidades bien empleadas habrían dado buenos frutos si se hubiesen tomado en sus justas proporciones y a su debido tiempo.
   “No puede haber una moral de la norma separada de la moral de la intención, no puede haber una moral objetiva separada de la moral subjetiva” dice Francesco Alberoni en una de sus obras.
  Lo malo de aquello fue que algunos hombres no supieron digerir de golpe tanta bienaventuranza como se les ofrecía. Lo malo es que no quisieron compartir aquellos halagadores y fabulosos poderes mentales, aquellas promesas de bienaventuranzas.
    Un antiguo mito dice: “Ahrimán  quiso imponer el reino de las tinieblas en la tierra”. En parte lo consiguió, debido a la incomprensión de algunos hombres que no supieron dominar sus propios impulsos sentimentales, sus egoísmos, sus ansias de poder. No supieron emplear correctamente sus energías ni sus facultades personales en lo  que y para lo que les fueron dadas.
  Creo que ahora ya sabemos, por dolorosa experiencia, que hasta las cosas buenas, tomadas y usadas sin medida  y a destiempo, se convierten en dañinos, malsanos y  perjudiciales vicios.  
   Así que, en la práctica, desde muy antiguo, se impuso un ciego egoísmo, unos odiosos, insaciables y despóticos dominios, se impuso un desmedido orgullo, unos ciegos delirios de grandeza. Estas desenfrenadas y ciegas pasiones indujeron a algunos hombres a una  insaciable sed de poder y de poseer individualmente los bienes de la naturaleza.
    Algunos hombres quedaron inoculados y contaminados con aquellas malas artes de aquella envenenadora, “serpiente bíblica”. Todo por causa de haber interpretado y empleado mal aquellas policromas  y tentadoras pretensiones de grandeza. 
    Para conseguir sus malsanos propósitos comenzaron por apropiarse privadamente o sea,  para sí propio, los elementos naturales, a apropiarse de la “despensa natural”, la despensa que nuestra madre naturaleza había creado y puesto a disposición de todos. También se apoderaron del fruto del trabajo personal del común de los hombres. Monopolizaron y se apropiaron de la cultura. Ésta les fue negada o la quitaron del alcance de las gentes del pueblo, negando el progreso de la ciudadanía y, con ello, oscurecieron el entendimiento de los pueblos.
   “La soberbia del hombre hace que desee el dominio, y nada le mortifica tanto como no poder mandar” dirá Smith en 1982.     
    Con todas aquellas indebidas apropiaciones, se perdió la paz, la concordia y la fraternidad.
  Algunos hombres comenzaron a revestirse de ridículos y odiosos títulos nobiliarios y de pomposas dignidades. Y sometieron a servidumbre y a esclavitud a sus semejantes, abjuraron de lo concordado, hollaron los derechos naturales de los demás, con ello quedó denigrado el común de los seres humanos.  
    No bastó con que la inmensa mayoría de las gentes que formaban aquel antiguo conjunto social fuesen fieles y consecuentes con los compromisos que de antemano tenían concertados, ni tampoco con optar por guardar aquella natural y fraternal sociabilidad familiar tradicional. El mal está en que algunos hombres quisieron y quieren conseguir de su naturaleza personal más de lo que ella les puede dar.
    Aristóteles en “La Política, capítulo VII” dice algo pertinente al caso: “Es cosa evidente que si conocemos las causas que arruinan los Estados, debemos conocer igualmente las causas que los conservan.  Lo contrario produce siempre lo contrario, y la destrucción es lo opuesto a la conservación”.
   Nunca faltaron, ni faltan, hombres que son proclives a querer tener más derechos que los demás. Por culpa de esos pocos engreídos surgieron las discordias, los engaños, las traiciones, los crímenes, las guerras. Por hombres que no quieren comprender que no es justo apropiarse el trabajo de los demás, y que es preciso el intercambio de ideas y de esfuerzos para progresar. Hombres que no comprenden que el aislamiento embrutece y embota las facultades mentales de la persona.
   Suscribo un mito que viene al caso y dice así: “Es preciso que interceda Mitra para doblegar a Ahrimán. Y que pueda imperar Ormuz en toda la tierra y con él florezca la luz y con ésta la armonía y la paz”. 
   Aquellos hombres egoístas no solidarios sólo procuraron elevar su propio y personal nivel social y su manera de vivir, aunque ello fuese a costa de agobiar con fatigosos y duros trabajos no remunerados debidamente a los demás. Intentaron cargar los trabajos y las fatigas a los otros. Y para conseguir esto no dudaron en usar la violencia. Así impusieron las desigualdades y las esclavitudes. Esclavitudes que, con algunas determinadas mutaciones, seguirán mientras haya amos y criados, mientras haya empresarios y asalariados.  
   Aquellos hombres, en vez de preocuparse por el progreso de las gentes del pueblo, más bien se sirvieron de las gentes para su propio y personal engrandecimiento, para amontonar riquezas y honores para ellos y para sus particulares familias. Usaron y usan torticeramente los conocimientos del bien y del mal. Han creado, en su lugar, tres ponzoñosas injusticias de ámbito mundial, injusticias que dieron al traste con la paz y con la honradez. Tales son “la idea de las patrias y las apropiaciones indebidas, tanto de los elementos naturales como del  trabajo de los demás".