DATOS BIOGRÁFICOS DE LINO MORALES GÓMEZ

Lino Morales Gómez nació en Fuente el Fresno, provincia de Ciudad Real, el 23 de Setiembre de 1919 y está afincado en Barcelona desde 1964. Pensador nato, ha dedicado toda su vida a un trabajo intelectual de lectura y raciocinio constantes. Fruto de ello son estas reflexiones y otras muchas que encierran toda una filosofía de vida que quiere compartir con los lectores. Sus fuentes han sido los libros que ha leído de múltiples autores con ideologías diversas, así como las conclusiones que ha sacado él, particularmente, de su experiencia de vida.

martes, 24 de febrero de 2015

DEBERES Y DERECHOS NATURALES

Autor: Lino Morales Gómez    
Toda la naturaleza sigue periódica, regular y, constantemente, las normativas de unas leyes naturales, cosa que tanto la flora como la fauna obedecen sin cuestionarse ese ordenamiento.
    Únicamente, los seres humanos, o sea, los seres racionales, hemos sido dotados de unas facultades intelectivas que llamamos entendimiento, racionalidad, conocimiento. Hemos sido y somos capaces de verificar, observar e, incluso, cuestionar ese incontenible hacer natural. Aunque por mucho que nos pese, seguiremos inmersos y dependiendo de ese natural hacerse y deshacerse, de ese ordenarse los elementos.
    La idea de que, por encima de las leyes humanas, existen unos principios superiores ya estaba presente en el pensamiento griego y no ha dejado de ser una constante histórica. Nuestro carácter orgulloso filosófico nos hace ver las cosas dispares, diversas y cambiantes.
    Con nuestro razonar, hemos podido comprender que toda nuestra naturaleza está regida por unas poderosas energías que emanan de unas leyes naturales. Leyes que son universales, eternas e infinitas, leyes que rigen y ordenan a todo el universo.
    De esas leyes, emanan unos poderes que se nos imponen de manera natural y que por nuestro bien debemos acatarlas, pues forman parte de nuestra propia energía personal. Así mismo, también de nuestra magnánima naturaleza, emanan unos beneficiosos medios de vida, de los cuales todos tenemos un derecho natural a poder participar. De aquí, salen unos derechos humanos naturales.
     Esto da lugar a unos deberes y a unos derechos, que son radical y totalmente naturales. Todo esto es normativo. Normas que nos afectan a todos directa e imperativamente. Normas que nos marcan unas pautas y unas reglas de cómo debemos comportarnos con esas leyes naturales, con la naturaleza, con nuestros semejantes y con nosotros mismos.
         Así que, tenemos deberes de ineludible cumplimiento para con nuestra madre naturaleza, esto  si queremos librarnos de ser sancionados por ella misma.  Por ejemplo, deberes para facilitar y propiciar su regular e imponderable hacer. Debemos respetar y conservar los sistemas ecológicos. Debemos conservar los equilibrios entre las especies vivientes, tanto animales como vegetales. Debemos perpetuar y mejorar, en lo posible, las especies animales (en esta mejora está incluida nuestra propia especie humana), pues también somos una de sus creaciones. Son naturaleza nuestras  facultades físicas. Son naturaleza nuestras facultades mentales y sentimentales.
    Debemos hacer un uso correcto de todas nuestras propias facultades, empleándolas en lo que y para lo que nos han sido dadas. Debemos no estropear, contaminar o viciar los medios ambientales creados de manera imperativa por nuestra madre naturaleza. Todo a instancias de esas imponderables leyes naturales. De aquí, salen o arrancan los fundamentos naturales de nuestros deberes, así como los fundamentos que han dado lugar a la creación de una verdadera y sana ética.
    Todo lo que contribuya a nuestra propia realización personal (y a la de nuestros semejantes), así como a la de nuestro conocimiento propio y al de los demás, es bueno. Y todo lo que perjudica a nuestra realización propia y a la de los demás es malo. 
   Luego, esas mismas leyes naturales son los fundamentos que nos conceden o dan derechos que igualmente son naturales. O sea, derechos que no son artificios que nos damos nosotros a nosotros mismos, o que nos concedamos los unos a los otros. Los derechos naturales son tales como, derecho a la vida, a sustentarla, conservarla y defenderla. Derecho a tener un sitio seguro donde poder materializar nuestras fuerzas productivas y de trabajo para vivir de ellas. Derecho a la propiedad privada del fruto procedente de nuestras facultades, de nuestro propio y personal trabajo. Derecho a auto-realizarnos, o sea, a desarrollar plenamente todas nuestras facultades personales, ya físicas ya intelectuales, mentales o sentimentales. Derecho a conocer la verdad de todas las cosas sin ocultárnosla los unos a los otros. En conclusión, todos tenemos un derecho natural a “conocer el bien y el mal” para así poder practicar el uno y para poder apartarnos y librarnos del otro. Derecho a tener libertad para el desarrollo y el disfrute de todas nuestras facultades personales. Derecho a ser iguales en el uso y en el disfrute de los elementos naturales. Derecho a no estar subyugados los unos por los otros. Derecho a poder disfrutar y practicar una vida privada. Derecho a que se nos respete nuestra propia dignidad personal. Derecho a la propia estima, sin limitar la de los otros, así como el derecho a una libre convivencia, etc.
    Por otro lado, todos tenemos derecho a poder poseer en privado, en usufructo y en el uso,  cualquiera de los elementos naturales. Eso sí, resarciendo a la sociedad por ese uso en privado.  
    “El derecho se ve reconducido  a la moral, en la medida en que es el deber moral el que obliga a la persona a dejar intacta y libre  una  actividad  propia de otra persona” (Rosmini).        
    Todos estos derechos naturales los tenemos todas las personas, sin exceptuar a ninguna.
    Las personas, debido a nuestras facultades racionales e intelectuales, somos capaces de prever y de prevenir las consecuencias de algunos desarrollos de la naturaleza. Precisamente, por tener esos poderes tenemos deberes y responsabilidades.   
    También, cada uno de nosotros tenemos deberes naturales que igualmente son emanados y provenientes de las dichas leyes naturales y de nuestra madre naturaleza. Por lo mismo, tanto los derechos como los deberes son mandamientos de esas imponderables leyes naturales que rigen a todo el universo, incluida nuestra madre naturaleza.
    Todos estos deberes y todos estos derechos naturales debemos ponerlos por encima de las leyes y de las legislaciones redactadas por los hombres, pues son exigidos y concedidos por las leyes naturales, no por las leyes humanas. El espíritu y la letra de las leyes humanas deberán ser tales que nos faciliten y nos allanen el camino para mejor poder cumplir con las imponderables leyes naturales.
    Por ello, no debemos permitir que nuestros legisladores o mandatarios de turno que nos  falseen o nos escamoteen lo natural con sus acomodaticios dictámenes. Por eso, es fundamental que conozcamos claramente cómo operan y cómo nos afectan las leyes naturales y, acto seguido, debemos acompasar nuestras conductas con el hacer de esas imperativas leyes.
“Sólo queremos que nuestros legisladores no nos quiten lo que ellos no nos pueden dar. O sea, nuestros derechos humanos”. “La voluntad de Dios se expresa en el Universo como Ley, no como capricho, como orden, y no como caos, como inteligencia, y no como azar, como vida, no como muerte” (Dr. R. Eswinburne).

    Santo Tomás de Aquino decía: “Dios es el legislador supremo, que deposita su Ley eterna en la naturaleza de los hombres, obligándolos a que la descubran mediante la razón”.   

    Como quiera que haya sido la creación y la implantación de esas poderosas leyes naturales, lo cierto es que aquí las tenemos, imperativas e incorruptibles, dándonos derechos y deberes.

    De la simbiosis y del uso correcto de esos derechos y de esos deberes naturales, ha surgido y ha dado lugar el nacimiento y la creación de una férrea enmienda que nos obliga a enderezar nuestros deslices. O sea, una justicia que nos obliga a todos a hacer tanto bien como mal hayamos hecho.   

ES FUNDAMENTAL CREAR UN NUEVO ORDEN SOCIAL UNIVERSAL

   AUTOR: Lino Morales Gómez
 Lo que realmente nos hace falta de manera urgente y radical no es un simple lavado de manos. Tampoco una pequeña reforma de los diferentes órdenes sociales y económicos que han regido y que están rigiendo en nuestras sociedades actuales. Lo que realmente  necesitamos es un cambio de raíz en nuestras relaciones sociales y económicas, empezando por las mentalidades, pues hasta ahora casi todas las economías políticas han resultado corruptoras.
    La malicia, lo injusto, lo inmoral y la falsedad que impera en la mayoría de los niveles económicos y sociales, han venido incubándose desde el momento en que se permitió la apropiación privada de los elementos naturales, desde que se permitió vender y comprar los elementos que conforman y forman a nuestra madre naturaleza, desde que se la descuartizó y se la hizo jirones apropiándoselos y especulando con ellos individuos o entidades de manera impune. Con esto, quedaron anulados todos los derechos humanos naturales de igualdad, de libertad y de dignidad personal, así como los de una justicia natural en el uso de los elementos naturales que ha afectado y afecta a todos y a cada uno de los seres humanos. Ya estamos hartos de aguantar todas estas vejaciones y discriminaciones por causa de haber creado diferentes castas y clases sociales. Ya es hora de que se lleven a la práctica las tan pregonadas igualdades en los derechos humanos.
    Todos nacemos libres e iguales. Todos somos iguales en dignidad y derechos. Todos somos iguales ante los derechos humanos. Todos tenemos derecho al derecho.
    Creo que no es suficiente, ni basta, con modificar ésta o aquella faceta de estos corruptos y corruptores sistemas sociales que actualmente tenemos en práctica. Considero que es preciso construir y llevar a la práctica un ordenamiento social totalmente natural. Que sea justo  desde sus cimientos, particularmente en lo económico, en lo político y en lo social. Un orden social donde sea posible practicar una sana justicia, la sinceridad, la verdadera moralidad y honradez, sin merma de la libertad, de la igualdad y de la fraternidad, tanto en derechos como en deberes.
    Debemos, pues, promocionar y llevar a la práctica un orden social político y económico que no esté imbuido ni coartado por tabúes de ninguna clase, por malas costumbres o antinaturales tradiciones, pues siempre ha habido influencias de maléficos poderes fácticos. Necesitamos un orden social que sólo tenga como guía las leyes y los derechos naturales, donde impere una justicia que también llegue a todos por igual y que sea la misma para todos, así como un sistema productivo individualizado donde cada cual sea dueño de todo el valor de su personal trabajo. 
    Solamente con adoptar y llevar a la práctica todo esto, resultaría un orden social que no se le podría buscar ninguna semejanza con ninguno de los órdenes políticos y sociales vigentes en la actualidad, ni se le podría comparar con ninguno de los que ha habido en los siglos pasados.
    Por eso, creo que para bien entender este nuevo orden político-social que proponemos es conveniente abordarlo sin ninguna clase de prejuicios, sin compararlo con ninguno de los órdenes sociales ya vividos.
    Creo también que lo que únicamente se hará imprescindible es ir siempre de la mano de las normativas que nos muestran las leyes naturales, pues todas nuestras reglamentaciones deberán estar saturadas de contenidos naturales, de éticas naturales, de justicias naturales. Siempre debemos procurar que todo esté dentro de los verdaderos contenidos naturales, no de pseudos derechos pactados por unos cuantos hombres, ya sean éstos emperadores, reyes, presidentes o diputados, etc.
      Lo esencial es que las leyes sólo contengan normativas naturales, valores morales naturales, que todos los derechos estén saturados de las eternas e inmutables leyes naturales.
    En concreto, todos los seres humanos, toda persona tiene el indiscutible derecho a que se la respete y garanticen sus dos dimensiones del vivir, tanto en sociedad, como en su vida personal, individual y privada. Éstas son  dos caras de una misma moneda. Entiendo que es preciso socializar más al hombre y, al mismo tiempo, también es preciso individualizarle más en su vivir y en su personalidad.                
     Es bueno tener iniciativas privadas e individuales, pero habiendo una acción reguladora en la aplicación social de todas esas iniciativas personales. Es preciso y bueno que haya progreso, pero siempre se debe evitar la anarquía descontrolada. Las cualidades dinámicas deben ser alentadas por las iniciativas, bien individuales o bien de grupos.
    Hay que profundizar más en estos contenidos. Las estructuras sociales y económicas que tenemos en la actualidad son, como hemos dicho, no válidas para dar garantías a todas las personas en lo que nos corresponde, por naturaleza, a todos y a cada uno de nosotros. Estas estructuras sociales que ahora tenemos no tienen previsto, ni a corto ni a largo plazo, medir a todos con la misma vara.
    Las medidas actuales están tan torcidas que es imposible enderezarlas y es preferible arrojarlas al fuego para fundirlas y construir de nuevo otras que nos igualen a todos en derechos. O sea,  debemos construir una nueva manera de medir, construir un nuevo ordenamiento que sea más justo, más igualitario, más natural y más respetuoso con todas las individualidades personales.
    Por eso, aquí proponemos no sólo tratar de enderezar lo torcido de estas maneras de gobernarnos, sino, además, construir algo enteramente nuevo, sin condicionantes arbitrarios; algo que se ajuste entera y perfectamente a las tan repetidas leyes y derechos naturales.
    Marina J. R. también intuye y opina que: “Una Constitución universal es posible, es necesaria y debe fundarse sobre la afirmación de los derechos individuales… La Constitución universal tiene además que resolver problemas de organización política básica. Ha de incluir las bases de un código penal internacional y de un código civil común, y también una ley fiscal básica. La Constitución universal, como todas las constituciones tiene que ser un instrumento para la redistribución de riquezas y una ayuda a las regiones deprimidas”. Dice, además, “Que lo que estamos explicando no es sólo la genealogía de la ética. Es una aventura metafísica: es la aparición de una nueva esencia humana”.
    Comparto esto de universalizar los derechos y las maneras de igualarnos en dignidades, en donde quiera que nos encontremos, pero eso no es suficiente. Además de eso, debemos borrar todas las fronteras, las castas y las clases sociales, así como los derechos diferentes. También se deberá prohibir la propiedad privada de toda clase de elementos naturales.
    Estoy seguro de que esto que digo parecerá demasiado fuerte. Muchos, tal vez, pensarán que esto es una utopía, que no se pueden quitar de golpe las tradiciones, o sea, el fangoso lastre que viene soportando la humanidad desde hace tantos siglos.
    Ante del criterio generalizado que se tiene sobre todo esto, comprendemos que el querer implantar de golpe este radical cambio es realmente utópico. 
    Por eso, lo primero que es imprescindible hacer es instruir las mentalidades, para hacer comprender los equivocados criterios mentales de muchas personas que están interesadas en mantener estos corruptos y especulativos sistemas. Creo que si realmente queremos estar dentro de una verdadera justicia social y de una auténtica ética natural, hay que infundir claridad en los entendimientos y en las mentalidades de los seres humanos.
    Realmente, la justicia, la honradez y la solidaridad, así como la buena voluntad están demandando a gritos un lavado de normas y conceptos, pues está claro que debemos cambiar y aceptar normas más naturales.
    Creo que es urgente aplicar grandes cambios en nuestros órdenes sociales. Después de esto, ya veríamos las cosas de otra manera y desaparecería esa apariencia de fantasía utópica que venimos proponiendo.
    Por eso, entendemos que para cambiar todas estas corruptas modalidades de las economías y políticas actuales, las especulaciones con la propiedad de las riquezas económicas generadas con los trabajos personales, así como los intercambios de nuestras producciones y riquezas personales, también será preciso remover desde sus cimientos todas las estructuras de la economía en general.
    En esto entra todo lo que producimos y todo lo que consumimos y, con ello, todos los medios de producción que se necesiten para estas funciones. 
   Así pues, está claro que la sana y verdadera justicia en esto de las producciones privadas consiste en que todos, sin excepción, tengamos libre e igual acceso a participar de los elementos naturales, que todos los tengamos a nuestro alcance.
    Todos tenemos el mismo derecho a participar de los elementos naturales de nuestro mundo para   que todos podamos poner en ellos nuestros personales trabajos y así poder vivir con los elementos y de los elementos.    
    Hoy, gracias a la ciencia y a la técnica, el hombre puede poner a su servicio ciertas fuerzas naturales. Ahora bien, no olvidemos que tenemos el ineludible deber de no alterar este maravilloso orden natural establecido por nuestra madre naturaleza, pues un mal uso de algunas fuerzas naturales puede traernos fatales consecuencias.