Sabemos, por experiencia, que todos los sistemas basados en las grandes posesiones económicas fueron y son los que suelen dar lugar a tratamientos económicos antisociales que repercuten generalmente en los tratamientos morales, pues se suele llamar a alguien mi amo, mi señor, y esto degenera un tanto a los que tienen menos y a los peones de a pie. Degenera en rapacidad, en injusticias, en discriminaciones, en abusos, en engaños, en estafas, en esclavitudes.
Todos los órdenes sociales basados en sistemas capitalistas se deberían desechar por corruptores, por inhumanos, por antinaturales.
Por otro lado, tampoco son naturales ni apropiados los sistemas sociales comunistas o colectivistas. Estos, generalmente, acaban en apatía, en desinterés, en asco del producir. Llegan a ser generadores de escasez y de pobrezas generalizadas.
Con los sistemas capitalistas, sólo se crea bienestar para unos pocos, para una pequeña elite. Para el grueso de las poblaciones, sólo quedan pobrezas y vejaciones.
En los sistemas comunistas y colectivistas ni siquiera se llega a crear riqueza ni bienestar para nadie, sólo se llega a escasez y pobreza para todos. Con estos sistemas, se rebaja el nivel de vida de los acomodados sin llegar a elevar el de los desheredados.
Entiendo, por eso, que estos tres extremosos ordenamientos sociales, capitalismo, comunismo y colectivismo, son esencialmente malos y antinaturales. Es malo no admitir la propiedad privada, pero es tan malo o peor concedérsela sólo a unos pocos y negársela al resto de la población que son la inmensa mayoría.
Por todo ello, entiendo que todos los extremos son malos, son contraproducentes. Siempre se debe buscar el justo medio.
Creo que los sistemas capitalistas son inapropiados para que se pueda dar una justicia natural en la participación de las riquezas naturales. Pero no por eso estoy a favor de los sistemas comunistas ni de los colectivistas totalitarios.
Ciertamente que el hombre, todo hombre o mujer, tiene el indiscutible derecho a la propiedad privada. Es obvio que ese mismo derecho lo tenemos todas las personas. Por lo mismo, no debe ser ningún hombre o grupo de hombres en particular los elegidos para que se apropien del mundo, ni de ninguno de los elementos naturales, incluida la Tierra y todas las cosas contenidas en ella. Todos somos hijos de Dios, o de nuestra madre la naturaleza. Por lo mismo, todos somos herederos de todos los bienes de este nuestro mundo. Somos por naturaleza hermanos y es obvio que a todos nos asiste el mismo derecho a ser propietarios de los elementos naturales en común.
Por todo ello, creo que el hombre, todo hombre debería vivir una simbiosis de todos los sistemas sociales que ya se han ensayado. Sistemas que, aplicados por separado han resultado ser francamente inadecuados, malos, pero tengo la completa seguridad que de todos ellos se pueden extraer algunas enseñanzas y elementos positivos.
Es evidente que el hombre es un compuesto de dos dimensiones; ya lo tengo dicho varias veces. Es cuerpo y espíritu, es productor y consumidor, etc. Por ello, necesita vivir una vida social y una vida privada, necesita una alternancia. Necesita actividad y reposo. Necesita producir más bien en colectividad y consumir en privado. Necesita ser propietario en común de los elementos naturales y ser propietario en privado de sus facultades personales y del fruto de ellas.
Latorre, en su libro: Introducción al derecho, Sección 63, dice: "El hombre tiene unos derechos naturales inalienables, es decir, que no pueden ser transferidos permanentemente a ningún gobernante". Y el filósofo inglés John Locke centra esos derechos en la vida, la libertad y la propiedad.
Es decir, que toda persona tiene el mismo derecho a esos tres valores: a la vida, a la libertad y a la propiedad. Y sobre estos valores no caben prioridades ni privilegios por parte de nadie.
Relacionado con el tema que trato, y dentro de los actuales sistemas de gobierno, hay una costumbre injustificada y generalmente aceptada que es causa de continuas controversias y corrupciones, costumbre que afecta negativamente a nuestra convivencia. Se trata de la concesión de ciertos privilegios sociales y económicos a las personas que ostentan u ocupan cargos directivos o de gobierno en empresas, en comunidades o en naciones. Si bien, se justifica esta práctica por su mayor responsabilidad i preocupaciones, lo cierto es que esos “señores” se creen con derecho a apropiarse de lo suyo y de lo ajeno. Y obviamente, ninguno de los sistemas sociales que acepten esos privilegios será apropiado por no ser justo ni ético, pues siempre provocan discordias e injusticias.