Autor: Lino Morales Gómez
Es cierto que necesitamos reglas y leyes
civiles para que nos guíen en nuestros comportamientos y nos faciliten nuestras
relaciones sociales. Reglas que sin dejar de ser democráticas sean siempre respetuosas con las
leyes naturales, con la justicia, con los valores morales y con los derechos
humanos, que hagan imperar siempre el buen hacer social, laboral y económico.
Creo que nuestra conducta, en todo nuestro
vivir, debe estar en consonancia y armonía no sólo con los derechos propios,
sino también con los derechos de los
demás.
Por eso, las leyes humanas deben concordar
con las leyes naturales. Las leyes civiles deben respetar todos los derechos
que nos conceden las leyes naturales, así como también deberán exigirnos los
mismos deberes a todos y a cada uno de nosotros para con nuestra madre
naturaleza. Ya hablamos de esto detallada y ampliamente en “previos uno”.
En escritos anteriores hemos puesto de
manifiesto muchos de los vicios y de las virtudes de los ordenamientos sociales
vividos hasta el presente, pues de todo ha habido “en la viña del señor”.
También tenemos dicho que es urgente
efectuar drásticas correcciones en nuestras relaciones económicas. Es preciso
que las hagamos de manera que se puedan dar conductas más justas, más
racionales y más solidarias. Creo que es preciso cambiar varios puntos de los
sistemas económicos que tenemos en vigencia y en práctica en nuestros tiempos.
Estoy de acuerdo en que lo primero que
deberemos hacer será ir cambiando la mentalidad de las gentes, sin pausas, para
que se den conciencias y conocimientos de que todos estos comportamientos,
particularmente económicos, que estamos viviendo ahora son básicamente
artificiosos e injustos.
En estos cambios que proponemos debemos
poner mucho cuidado de no caer en los mismos errores y defectos del pasado.
Debemos desechar con valentía algunos obsoletos dogmas, pues ya es hora de que
busquemos y adoptemos sistemas económicos y sociales más justos y más
racionales. Sistemas que sean capaces de armonizar la seguridad con la
libertad, el amor con la justicia, los intereses privados con los intereses
comunes, el bienestar propio con el respeto al bienestar de los demás.
Ya iremos desgranando en capítulos
posteriores los cambios que necesitaremos realizar en lo referente a nuestras
relaciones económicas, que son muchos y muy radicales.
Deberemos unir nuestros esfuerzos en una
justa colaboración y así poder arrancarle a nuestra madre naturaleza, sin
dañarla, más medios de vida.
Esto no será fácil, pues habrá que vencer
a muchos arraigados e injustos dogmas que contribuyen a hacer arduas y lentas
las imprescindibles transformaciones de conciencia que necesitamos hacer.
A pesar de todo esto, volvemos a repetir,
que es mejor mostrar lo que es
naturalmente justo y así hacer entrar en razón a muchas fanáticas mentalidades
personales, en vez de traumatizarlas con querellas y enfrentamientos. Se debe
intentar atraer al buen camino a las personas, usando pacientes enseñanzas y
convincentes razonamientos, en vez de usar violentas revoluciones o guerras. La
naturaleza evoluciona pacientemente. Tomemos ejemplo de ella. Creo que para conseguir una racional y clara
mentalización de las gentes no hace falta recurrir a ninguna clase de exacerbaciones ni
enfrentamientos.
Con ello se podría ir comprendiendo la
conveniencia de una evolución racional que, además, es imprescindible y urgente
hacerla. Una evolución que permita erradicar para siempre muchas de estas
retorcidas e interesadas costumbres. Se deben erradicar todas estas prácticas
usureras, inclementes e inhumanas de nuestro tiempo. Así como muchas de estas
perniciosas apropiaciones y discriminaciones personales en el uso de los
elementos naturales.
Creo que con una buena y sana
mentalización y un buen ideario de enseñanzas sociales y morales se podrían
llevar a la práctica honrados comportamientos y así erradicar y suprimir todas
estas engañosas especulaciones que actualmente se están practicando.
Hay que desenmascarar toda esta falsa
palabrería que se esparce para confundir a muchas crédulas gentes. Ya es hora
de descubrir la sucia procedencia de muchas especulaciones e inconfesables
engaños y retorcidos comportamientos económicos.
Debemos proponernos que no haya ninguna
clase de prácticas especulativas. Que no haya modalidades fraudulentas ni
formas coactivas. Nada de eso hace
falta para ganarse un honrado y satisfactorio vivir.
No hay duda de que estamos muy necesitados de un proyecto social donde
sea posible que toda persona útil pueda vivir con sólo su exclusivo y personal
trabajo. De un trabajo que sea personal y honrado.
Esto implicará que, cada uno de nosotros,
deberemos producir, con nuestro trabajo personal, tanto valor como importe
nuestra consumición. O sea, que cada cual debe rendir con su trabajo personal
el valor de toda su consumición, el valor
de todos los servicios que reciba.
Esto también llevará implícito que cada
cual pueda ser el propietario de toda su producción personal pero sólo de esa
producción. Así, cada cual será muy libre para poder gastarse sus ganancias
como quiera y en lo que quiera.
Estos derechos y estos deberes individuales
también deberán ser universales y no mirarán nacionalidad, raza, sexo, ni edad.
Todo esto se deberá aplicar sin privilegios, sin excepciones individuales o de clase.
En consecuencia, en lo relacionado con las
prácticas económicas será preciso cambiar o quitar ciertas costumbres, pues
como tenemos dicho las tradiciones, los dogmas, los prejuicios, los usos y las
costumbres siempre se deben someter a análisis, a crítica y a control. Y según
las consecuencias y los efectos que tengan en la práctica, hay que aceptarlos, modificarlos o
rechazarlos de manera responsable, pues se debe conservar todo lo que se avenga
con los derechos naturales y no lo que vaya contra natura.
Repetimos por nonagésima vez que se deben
prohibir, por las inversiones especulativas, la propiedad privada de los
elementos naturales, el derechos de herencia, el cobrar intereses, el comprar
productos para luego volverlos a vender con excesiva ganancia o
que haya empresarios y empresas de propiedad privada. Toda empresa
deberá ser financiada y montada por la primera gestoría, o sea por la Gestoría de la hacienda pública. Por ello, en
esta clase de inversión todos seremos copartícipes o autónomos empresarios, ya
que lo que se invertirá serán fondos públicos, fondos comunales. Esto no
impedirá que las empresas deban ser regentadas por los mismos productores y que
las ganancias deban ser también propiedad de los propios productores.
También debemos mentalizar a las
gentes sobre la universalidad de una
natural justicia, de una sana y natural ética, que también debe ser universal e
igual para todos. Todo este recto obrar deberemos ir poniéndolo en
practica cuanto antes,
pues como muy bien dice Tomás Moro: “No es eficaz sólo poner sobre el
tapete ideas completamente nuevas, sino que debe trabajarse indirectamente, con
tacto, y lo que no se pueda hacer bien, debe hacerse lo menos mal posible, pues
las cosas no serán perfectas hasta que los hombres lo sean”.