Autor: Lino Morales Gómez
El comportamiento del hombre en
su primitivo “estado de naturaleza” era instintivo, no reflexivo, irracional.
Su primitivo intelecto no entendía de legalidades ni moralidades. Un buen día,
bien por azar, bien por evolución, en alguna rama de los primates, se produjo
una alteración en su comportamiento que hace pensar en un atisbo de
racionalidad, de conciencia ética, de unos valores en ciernes. El primate quedó
hecho hombre racional.
Estos individuos empezaron a ver
que algunas de sus conductas molestaban a sus congéneres y otras agradaban.
Tomaron conciencia del bien y del mal y, como la tendencia de la conducta
humana es tender a no aceptar los derechos de los demás, se vieron obligados a
establecer ciertos deberes, consolidándose y socializándose sus maneras de
actuar.
Los autores de la Biblia señalan
este momento cuando Adán y Eva comieron del árbol prohibido, árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo.
Quisieron conocer para dominar, pero, con ello, murió su irracionalidad y
quedaron supeditados a la lucha entre el bien y el mal. La “serpiente bíblica”
se encargó de dar muerte a su inocencia, les inoculó el veneno del ansia de
poder para dominar y les despertó su egotismo. No olvidemos que los relatos
bíblicos son metafóricos. Entonces, se abrió la “Caja de Pandora de la cual
salieron todos los males”, otra metáfora de la mitología griega. Ésta es la
parte negra de la adquisición de conocimientos, que se pueden emplear también
para hacer mal.
Por regla general, el hombre ha
sido dominado por los vestigios de su innata irracionalidad. Creo que ya es
hora de que intentemos regenerarnos, de que hagamos buen uso de nuestras
facultades racionales y éticas.