DATOS BIOGRÁFICOS DE LINO MORALES GÓMEZ

Lino Morales Gómez nació en Fuente el Fresno, provincia de Ciudad Real, el 23 de Setiembre de 1919 y está afincado en Barcelona desde 1964. Pensador nato, ha dedicado toda su vida a un trabajo intelectual de lectura y raciocinio constantes. Fruto de ello son estas reflexiones y otras muchas que encierran toda una filosofía de vida que quiere compartir con los lectores. Sus fuentes han sido los libros que ha leído de múltiples autores con ideologías diversas, así como las conclusiones que ha sacado él, particularmente, de su experiencia de vida.

domingo, 28 de abril de 2013

CAUSAS DE LA PÉRDIDA DE LA CONCIENCIA SOCIAL

Autor: Lino Morales Gómez

   Hubo largos períodos de tiempo en los que las comunidades humanas se comportaban como una sociedad familiar, viviendo en armonía y en concordia. En el seno de la misma, todos se sentían seguros y libres. Se daban mutuo y desinteresado apoyo ante los peligros y los rigores de la naturaleza. Con su unión, suplían la fragilidad de los  seres humanos.
   En aquellas primeras familias, tribus o comunidades de hace varios millones de años, todos contribuían con su trabajo para proporcionar medios de vida para la comunidad. Se sentían satisfechos y orgullosos por contribuir al bienestar general. Competían a ver quién aportaba más bienes y medios de vida a la comunidad.
   Algunos comenzaron a adiestrarse y a especializarse en algunas determinadas actividades y otros en otras. Esto, más tarde, con la habilidad y con la especificidad dio lugar a determinadas profesiones. Con ello, vino la “especialización” y la división de los quehaceres, además de aumentar los medios de vida, el progreso y, finalmente, la elevación del nivel de conocimientos.
   Con estos logros vivieron felices y en armonía placentera durante largos períodos de tiempo hasta que un desdichado día apareció aquella ponzoñosa “serpiente bíblica” ofreciendo fabulosas grandezas personales, riquezas individuales, dominios personales absolutos y, con ello, placeres desenfrenados, etc. El orgullo desmedido de algunos hombres les hizo creer que podían alcanzar con las manos hasta el cielo y el poder de los dioses. Esas mentes calenturientas indujeron a concebir la  construcción de la fabulosa y famosa “Torre de Babel”. Empezaron los dominios absolutos.
   Estos relatos bíblicos son metáforas que quieren mostrarnos y darnos a entender dónde radica el origen y las causas de los males que aquejan a nuestras relaciones sociales humanas. Con estas fábulas, se quiere significar el fraccionamiento y el hundimiento de la armonía de las sociedades humanas, así como el poder de su unión, el poder de “lograr todo lo que se propusiesen” si hubieran permanecido unidas. Algunos, (aunque pocos) hombres endiosados y ávidos de poder y de poseer fueron organizando cada uno de ellos su bandería, su pequeño grupo de adeptos y quisieron imponerse a los demás, pretendiendo llegar a ser poderosos patriarcas, faraones, emperadores, etc.
   Estos malditos personajes consideraban a las gentes del pueblo como si fuesen animales de su particular propiedad. Para nada tenían en cuenta ninguna clase de derechos humanos, ni de moralidades. Fueron poseídos por el ansia de poder y de dominar a sus congéneres y, con ello,  provocaron divergencias y querellas.
    Así, aparecieron grandes disociaciones de aquella emergente sociedad. Comenzaron a surgir ciertos y pequeños reinados, que dieron lugar a las malditas guerras, sólo con el afán de ensanchar sus dominios, provocando y dando lugar a extraños aislamientos y a enajenaciones, además de a salvajes comportamientos. Empezaron los patriarcas, los reyes, los faraones, los emperadores,  etc. a organizar los imperios, los condados, los ducados, los reinos, etc. Y así se dio lugar a las tan ensalzadas “patrias” de nuestros tiempos.
   Algunos de aquellos mandamases se sacaron de la manga aquello de “por Dios, por la patria y el Rey, hasta la última gota de sangre”. Esta frases y otras parecidas han sido durante mucho tiempo muy populares. En muchas ocasiones, se las ha tenido por consignas sagradas. Lo cierto es que en su nombre se han cometido horrorosos genocidios. Estas frases son como  dardos envenenados que tienen en su haber sanguinarias atrocidades. 
  No es que fuesen malas en sí mismas todas aquellas bienaventuranzas que la astuta serpiente bíblica ofrecía. Los instintos, los deseos, el egoísmo, los sentimientos, el entendimiento, incluso el dominio que el hombre ejerce sobre las especies de plantas y de animales, los placeres naturales, el orgullo, todo esto bien entendido, son como palancas de lanzamiento, son estímulos que nos mueven a ser activos y a obrar.
    Si muchas de estas facultades son bien entendidas, bien racionalizadas y bien empleadas, con ellas se puede progresar sin lesionar ni la dignidad ni la libertad, ni la honradez ni  los derechos naturales de nuestros conciudadanos o semejantes. 
    Todas  estas potencialidades bien empleadas habrían dado buenos frutos si se hubiesen tomado en sus justas proporciones y a su debido tiempo.
   “No puede haber una moral de la norma separada de la moral de la intención, no puede haber una moral objetiva separada de la moral subjetiva” dice Francesco Alberoni en una de sus obras.
  Lo malo de aquello fue que algunos hombres no supieron digerir de golpe tanta bienaventuranza como se les ofrecía. Lo malo es que no quisieron compartir aquellos halagadores y fabulosos poderes mentales, aquellas promesas de bienaventuranzas.
    Un antiguo mito dice: “Ahrimán  quiso imponer el reino de las tinieblas en la tierra”. En parte lo consiguió, debido a la incomprensión de algunos hombres que no supieron dominar sus propios impulsos sentimentales, sus egoísmos, sus ansias de poder. No supieron emplear correctamente sus energías ni sus facultades personales en lo  que y para lo que les fueron dadas.
  Creo que ahora ya sabemos, por dolorosa experiencia, que hasta las cosas buenas, tomadas y usadas sin medida  y a destiempo, se convierten en dañinos, malsanos y  perjudiciales vicios.  
   Así que, en la práctica, desde muy antiguo, se impuso un ciego egoísmo, unos odiosos, insaciables y despóticos dominios, se impuso un desmedido orgullo, unos ciegos delirios de grandeza. Estas desenfrenadas y ciegas pasiones indujeron a algunos hombres a una  insaciable sed de poder y de poseer individualmente los bienes de la naturaleza.
    Algunos hombres quedaron inoculados y contaminados con aquellas malas artes de aquella envenenadora, “serpiente bíblica”. Todo por causa de haber interpretado y empleado mal aquellas policromas  y tentadoras pretensiones de grandeza. 
    Para conseguir sus malsanos propósitos comenzaron por apropiarse privadamente o sea,  para sí propio, los elementos naturales, a apropiarse de la “despensa natural”, la despensa que nuestra madre naturaleza había creado y puesto a disposición de todos. También se apoderaron del fruto del trabajo personal del común de los hombres. Monopolizaron y se apropiaron de la cultura. Ésta les fue negada o la quitaron del alcance de las gentes del pueblo, negando el progreso de la ciudadanía y, con ello, oscurecieron el entendimiento de los pueblos.
   “La soberbia del hombre hace que desee el dominio, y nada le mortifica tanto como no poder mandar” dirá Smith en 1982.     
    Con todas aquellas indebidas apropiaciones, se perdió la paz, la concordia y la fraternidad.
  Algunos hombres comenzaron a revestirse de ridículos y odiosos títulos nobiliarios y de pomposas dignidades. Y sometieron a servidumbre y a esclavitud a sus semejantes, abjuraron de lo concordado, hollaron los derechos naturales de los demás, con ello quedó denigrado el común de los seres humanos.  
    No bastó con que la inmensa mayoría de las gentes que formaban aquel antiguo conjunto social fuesen fieles y consecuentes con los compromisos que de antemano tenían concertados, ni tampoco con optar por guardar aquella natural y fraternal sociabilidad familiar tradicional. El mal está en que algunos hombres quisieron y quieren conseguir de su naturaleza personal más de lo que ella les puede dar.
    Aristóteles en “La Política, capítulo VII” dice algo pertinente al caso: “Es cosa evidente que si conocemos las causas que arruinan los Estados, debemos conocer igualmente las causas que los conservan.  Lo contrario produce siempre lo contrario, y la destrucción es lo opuesto a la conservación”.
   Nunca faltaron, ni faltan, hombres que son proclives a querer tener más derechos que los demás. Por culpa de esos pocos engreídos surgieron las discordias, los engaños, las traiciones, los crímenes, las guerras. Por hombres que no quieren comprender que no es justo apropiarse el trabajo de los demás, y que es preciso el intercambio de ideas y de esfuerzos para progresar. Hombres que no comprenden que el aislamiento embrutece y embota las facultades mentales de la persona.
   Suscribo un mito que viene al caso y dice así: “Es preciso que interceda Mitra para doblegar a Ahrimán. Y que pueda imperar Ormuz en toda la tierra y con él florezca la luz y con ésta la armonía y la paz”. 
   Aquellos hombres egoístas no solidarios sólo procuraron elevar su propio y personal nivel social y su manera de vivir, aunque ello fuese a costa de agobiar con fatigosos y duros trabajos no remunerados debidamente a los demás. Intentaron cargar los trabajos y las fatigas a los otros. Y para conseguir esto no dudaron en usar la violencia. Así impusieron las desigualdades y las esclavitudes. Esclavitudes que, con algunas determinadas mutaciones, seguirán mientras haya amos y criados, mientras haya empresarios y asalariados.  
   Aquellos hombres, en vez de preocuparse por el progreso de las gentes del pueblo, más bien se sirvieron de las gentes para su propio y personal engrandecimiento, para amontonar riquezas y honores para ellos y para sus particulares familias. Usaron y usan torticeramente los conocimientos del bien y del mal. Han creado, en su lugar, tres ponzoñosas injusticias de ámbito mundial, injusticias que dieron al traste con la paz y con la honradez. Tales son “la idea de las patrias y las apropiaciones indebidas, tanto de los elementos naturales como del  trabajo de los demás".